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De la cultura de élites a la de masas: la cultura durante el franquismo y la democracia

La cultura tradicional y folklórica cobró durante el franquismo un impulso considerable gracias al apoyo institucional que se prestaba desde la Sección Femenina a los cantes y bailes tradicionales andaluces, o en la búsqueda del pintoresquismo de las exposiciones sindicales

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Grupo de Coros y Danzas de Málaga

La cultura durante el franquismo

Tras la guerra civil, el franquismo trajo consigo un retroceso en el clima de libertad intelectual y cultural de la etapa republicana, y la pérdida de una brillante generación rota por la guerra o el exilio. Hasta los años 60, el control sobre la educación, la cultura y la información, además de una rígida censura, garantizaron la ortodoxia ideológica del régimen.

No obstante el Estado impulsó la escolarización y la Iglesia católica recuperó su influencia económica e ideológica en la enseñanza. Durante el obispado de Herrera se dio un fuerte impulso a las escuelas rurales y el seminario sirvió de cauce de acceso a la educación secundaria de jóvenes de las clases obreras.

Las organizaciones juveniles de la Falange y sus campamentos femeninos y masculinos eran la única vía para el acceso de los jóvenes a las actividades de aire libre, que se compaginaban con el adoctrinamiento político y religioso. También en la escuela, donde la religión volvió a ser obligatoria, los libros de texto o las asignaturas específicas adoctrinaban sobre los principios del franquismo.

Una élite ilustrada, sin embargo, asumió la tarea de recuperación del patrimonio histórico -reconstrucción de la Alcazaba, declaración de monumentos, creación del Museo Arqueológico, etc.-, aunque la construcción del Archivo Histórico y la Biblioteca provinciales se realizó sobre los restos del Teatro Romano de la ciudad en 1951. También se mantuvo gracias a esa élite la actividad de la Sociedad Económica de Amigos del País, aunque se evitase al principio citarla por un nombre de recuerdos liberales y pasase a llamarse Centro de Estudios Andaluces. Con la Sociedad de Ciencias fueron reductos de la cultura en una época difícil.

La aparición en 1950 de la colección A quien conmigo va de Alfonso Canales y José Antonio Muñoz Rojas, la de la revista Caracola de Bernabé Fernández Canivell en 1953 , y la labor de Angel Caffarena o José Salas, estimularon la actividad editorial y literaria, animada asímismo en reuniones y tertulias, como las organizadas por el poco conocido poeta Francisco Vighi. Desde 1954 comenzó además a celebrarse en la ciudad la Feria del Libro.

La inquietud cultural se manifestó también en las artes plásticas, con el grupo de jóvenes pintores que constituyen la "Peña Montmartre" y que realizan en 1957 una famosa visita a Picasso, y, como indica Enrique Castaños, el inicio de una línea innovadora en la obra de Jorge Lindell, Enrique Brinkmann o Stefan Von Reistwitz, a los que se unirá luego Francisco Peinado. En la fecha citada precisamente se produjo el legado Sabartés, primera aportación de obra picasiana al Museo de Bellas Artes de Málaga y muestra de la relación nunca perdida del pintor y su entorno con su ciudad natal, mantenida desde aquí por algunas personas como Juan Temboury.

La cultura tradicional y folklórica cobró durante el franquismo un impulso considerable gracias al apoyo institucional que se prestaba desde la Sección Femenina a los cantes y bailes tradicionales andaluces, o en la búsqueda del pintoresquismo de las exposiciones sindicales. La imagen tópica de Andalucía fué potenciada entonces como prototipo de la imagen de España.

La politización del catolicismo, que fue uno de los elementos definitorios del régimen de Franco, dejó su impronta en los desfiles procesionales de la Semana Santa, que se convirtieron en una ceremonia cívico-religioso-militar, enormemente popular y festiva al ser prohibidas o dificultadas otro tipo de manifestaciones como el carnaval.

La cultura de masas siguió estando protagonizada por la radio y el cine y la aparición de la televisión en los años 60, que llegaba todavía a pocos hogares pero se veía gracias al nacimiento de los "teleclubs". Estrechamente controlados en materia informativa, sin embargo, y pese a la censura, fueron vehículos de modernización cultural a través de la música o las películas del extranjero, especialmente las norteamericanas. La prensa no volvió a recuperar el nivel de la República y la única nota crítica solían ponerla los dibujos de Elgar.

La cultura se benefició del clima de mayor tolerancia y bienestar de la década del desarrollo, cuando se inicia la vida universitaria en Málaga (1965), aparecen nuevas instituciones clave como el Ateneo (1969), cobra nueva fuerza la Feria del Libro en el Parque, nace la famosa Semana de Cine de Autor de Benalmádena (1969), y en torno a Angeles Rubio Argüelles se forman jóvenes actores y se representan las obras de los principales autores y grupos españoles. Asimismo, los jóvenes pudieron asistir a los recitales de los cantautores y grupos musicales que renovaban la música popular y moderna española, conociendo a través de ellos la poesía de la guerra y la posguerra. En la literatura, José María Souvirón, Enrique Llovet, Manuel Alcántara y Alfonso Canales, obtuvieron el Premio Nacional durante la década, en la que comenzaría la espléndida labor poética y artística de Rafael Pérez Estrada. En 1968, además, la revista Litoral, después de una breve etapa en el exilio mejicano dirigida por José Moreno Villa, Juan Rajano y Francisco Giner de los Ríos, reaparecía en Málaga de la mano de José María Amado, para lo que contaría con la protección y la tutela de Rafael Alberti.

La llegada a las instituciones de una nueva generación política franquista, como el caso de De la Torre Prados y Utrera Ravassa, se reflejó en la preocupación por las infraestructuras, (apoyo al nacimiento de la Universidad), bibliotecas, exposiciones (Sala de la Marina) o ediciones (Gibralfaro, Jábega, etc.), destacándose en esos momentos la labor cultural del cineasta Miguel Alcobendas en la Diputación. Gracias a la labor de las instituciones, del Ateneo, de los cineclubs o la Universidad, Málaga pudo entrar en contacto con la estimulante vida literaria, intelectual, artística, musical y teatral que alumbraba con fuerza en la España del tardofranquismo. Así, a principios de los 70, varios grupos malagueños -Cascao, Tespis Pequeño Teatro, Aguarrás, Dintel o Toná- se incorporaron al movimiento renovador del teatro independiente.

La generalización de la educación se reflejó en la práctica deportiva escolar para la que la enseñanza privada gozó de ventajas por la calidad de sus instalaciones, sólo suplida en las públicas por la Ciudad Deportiva de Carranque, inaugurada por Franco en su última visita de 1961. El deporte, salvo en algunas modalidades, era ya una actividad de las clases medias a la que la prensa y la radio dedicaban un tratamiento exhaustivo, y un medio de rápido ascenso social para los jóvenes de clase obrera con habilidades, como ocurrió por ejemplo con el tenis y el fútbol.

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Inauguración del II Festival de Cine en el Teatro Cervantes

La cultura democrática

La generalización progresiva del disfrute de los bienes culturales por amplios sectores sociales es quizá el cambio más apreciable habido desde la instauración de la democracia. Ello ha sido posible, en primer lugar, por la extensión del derecho a la educación -acompañado de la mejora en la situación y formación del profesorado y en los métodos y contenidos de la enseñanza-, la ingente tarea de construcciones escolares y el gran crecimiento de la Universidad que alberga en 1999 a más de 40.000 estudiantes.

Los medios de comunicación experimentaron también cambios acelerados en este período, comenzando por la desaparición de la Prensa del Movimiento primero y la cadena de M.C.S.E. al llegar los socialistas al poder y convertirse el principal periódico local -SUR- en una sociedad anónima (1984) y más tarde integrarse en el Grupo Correo (1992). Aunque ha compartido el espacio informativo malagueño con otras cabeceras -"Sol de España", "La Gaceta", "Diario de Málaga", y "La Opinión"- y con ediciones locales y regionales de diarios nacionales, SUR ha cumplido desde 1937 un papel de primer orden en la vida malagueña, dirigido sucesivamente por Sebastián, Souvirón (1937--1947), Juan Cortés Salido (1947), Francisco Sanz Cagigas (1947-1982), Joaquín Marín Alarcón (1982-1994) y José Antonio Frías Ruiz desde 1994.

Pero el cambio más trascendental se ha producido en el ámbito audiovisual con la creación de la radio y televisión andaluzas, la aparición de las televisiones privadas y de una amplia red de radios y televisiones locales y comarcales que han introducido a la provincia en la moderna sociedad de la información al generalizarse la presencia de receptores de radio y televisión en la inmensa mayoría de los hogares malagueños durante esta etapa.

Además del marco de libertad existente desde 1977, la cultura se ha caracterizado por una creciente institucionalización. Así, las grandes líneas de la política cultural -protección y conservación del patrimonio, fomento y extensión de la música, cine, danza y teatro, apoyo a la creación literaria y la lectura, estímulo a las artes plásticas, etc, quedaron establecidas desde la instauración de los Ayuntamientos y Diputaciones democráticas en 1979, y la constitución de la Junta de Andalucía, gobernadas por los socialistas hasta la llegada del Partido Popular en 1995 a las corporaciones local y provincial.

La construcción de infraestructuras en los municipios ha sido quizá el signo más visible de la política cultural y deportiva democrática: Casas de la Cultura, Bibliotecas, Teatros (Ronda y Vélez Málaga) y Polideportivos han dado una mayor estabilidad y continuidad a la extensión cultural y a la práctica deportiva.

La Universidad, institución cultural por excelencia, entró con fuerza en la vida cultural con una variada oferta de gran contenido crítico y vanguardista, proyectando a la sociedad el trabajo de sus investigadores en publicaciones y congresos.

Todos los grandes proyectos culturales han sido institucionales. En el período socialista el Ayuntamiento recuperó el Teatro Cervantes, puso en marcha la Fundación Picasso -dirigida por Eugenio Chicano- y, con la Junta de Andalucía, la Orquesta Ciudad de Málaga. La Diputación Provincial impulsó las infraestructuras y las actividades en los municipios de la provincia y la política editorial -Jábega, Biblioteca Popular Malagueña, Puertaoscura, etc.-. El Centro de la Generación del 27 -el eje, con Picasso, de la modernidad cultural de la Málaga democrática-, nació inspirado por el poeta y diputado socialista Rafael Ballesteros y contó con la dirección de José Ignacio Díaz Pardo y la participación en su Fundación de Rafael Pérez Estrada, Pablo García Baena, Alfonso Canales, los profesores de la Universidad Cristóbal Cuevas y Enrique Baena, y Angel Caffarena y José Antonio Muñoz Rojas como miembros honorarios. El impulso del Centro a la actividad literaria ha coincidido en las dos últimas décadas con la aparición de una joven generación de novelistas -Antonio Soler, José Antonio Garriga, Justo Navarro, Alfredo Taján, Juan Campos Reina- y poetas -Aurora Luque, Isabel Montalbán, Juvenal Soto, Alvaro García, Rafael Inglada, Juan Manuel Villalba, Francisco Ruiz Noguera, Francisco Fortuny, José Antonio Mesa Toré-. En cuanto a las artes plásticas, en torno a 1979 se despliega la actividad del Colectivo Palmo -en el que figuraron Manuel Barbadillo, Enrique Brinkmann, Pepa Caballero, José Díaz Oliva, José Faría, Juan Fernández Béjar, Antonio Jiménez, Jorge Lindell, Dámaso Ruano y Stefan Von Reistwitz, entre otros-, el Taller Gravura, -con José Faría y Paco Aguilar-, y el Taller 7/10, con José Bonilla, Rafael Carmona, Francisco Santana, Diego Santos y Alfonso Serrano.

La Junta de Andalucía ha impulsado la protección y conservación del patrimonio y sus Instituciones (archivos y bibliotecas), y las grandes exposiciones -Pedro de Mena, Picasso Clásico y Picasso Primera Mirada- así como la puesta en marcha del más ambicioso proyecto cultural de la provincia en el fin de siglo: el Museo Picasso en el Palacio de Buenavista gracias a la donación realizada por Christine y Bernard Picasso.

La llegada del Partido Popular a las Instituciones locales en 1995 ha mantenido básicamente la estructura de la política cultural de los socialistas, aunque haya puesto el énfasis en lograr una mejora de la gestión y en una mayor apertura de la oferta cultural. Ante la negativa del Gobierno Central, el PP tuvo que renunciar al proyecto de uso cultural de la Aduana, acordando el traslado de los fondos del Bellas Artes al antiguo Convento de la Trinidad -junto al nuevo Archivo Histórico Provincial- en medio de una fuerte polémica ciudadana. En su primera legislatura, el Ayuntamiento popular puso en marcha el Museo Municipal, dedicado a exposiciones temporales, y el Festival de Cine Español, mientras que en la Diputación concluyeron el edificio iniciado por los socialistas para el Centro del 27 y las magníficas instalaciones para Biblioteca, salas de exposiciones y salón de actos, y abrieron las nuevas salas de exposiciones de la Alameda.

El último cuarto del siglo XX no ha hecho sino confirmar el arraigo de una cultura de masas, apreciable en los grandes conciertos al aire libre o en las celebraciones en la capital y en la provincia de las fiestas patronales o las celebraciones religiosas de la Semana Santa. Así, según el diario SUR, la conmemoración del V Centenario de la conquista de Málaga por los Reyes Católicos en 1987 con una procesión de la Patrona por las calles de la ciudad fue seguida por decenas de miles personas. La idea de Pedro Aparicio de convertir el centro histórico de la ciudad en escenario de la Feria de Agosto es otra muestra del fenómeno comentado. Incluso en aspectos de la cultura considerados en los años 70 como elitistas -conferencias, exposiciones, música clásica, ópera o teatro- la participación se ha incrementado notablemente. Así, en 1992, 150.000 personas visitaban la primera gran exposición sobre Picasso en Málaga organizada por la Junta de Andalucía en el remodelado Palacio Episcopal, cedido a la Junta gracias a la iniciativa del obispo Ramón Buxarrais.

Otro cambio apreciable en la mentalidad social colectiva a los 50 años de la guerra civil ha sido la gran fuerza adquirida por la Semana Santa en pleno período de gobiernos de la izquierda, demostrando la desaparición del fenómeno anticlerical como problema secular de la sociedad malagueña. En cambio, la faceta lúdica y la influencia alcanzada por las cofradías han sido motivo de frecuentes tensiones entre éstas y la jerarquía eclesiástica.

Un estudio de la Fundación Ciedes de 1999 confirma la buena situación de la cultura en la Málaga finisecular al señalar que las distintas actividades municipales en 1998 fueron seguidas por 148.000 personas, un 31% más que en 1997, destacándose entre ellas las musicales al aire libre.

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