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La política: un siglo conflictivo. Desde el reinado de Alfonso XIII a la inflexión de los años 50

El juego político en la provincia siguió girando, sin embargo, en torno a los dos partidos del turno, liberal y conservador, una vez que, en 1906, desapareció el antequerano Romero Robledo, jefe de una facción conservadora en la provincia 

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Primera piedra del Paseo Marítimo en 1928

Monárquicos y antimonárquicos

La novedad del siglo fue una progresiva modernización de la vida política gracias al crecimiento del Partido Socialista, de las organizaciones sindicales anarquista y socialista y, sobre todo, a la creciente fuerza política del republicanismo desde la formación en 1903 de la Unión Republicana y la creación del diario "El Popular". El ámbito urbano sería el marco de esa modernización y su protagonista la alianza electoral de la Conjunción Republicano-socialista encabezada en Málaga por los republicanos Pedro Armasa Ochandorena y Pedro Gómez Chaix así como el socialista Rafael Salinas, que en 1903 señalaba en su folleto "Obligado por la burguesía" las pautas que el PSOE iba a seguir en esta etapa caracterizada por el reformismo evolucionista y la utilización de la vía política. Gracias a la Conjunción, Málaga tuvo ayuntamientos republicano-socialistas que impulsaron una serie de reformas -escuelas, supresión de los consumos, casas baratas, etc.- y que disfrutaron de una cierta benevolencia por parte del Partido Liberal que se había acercado a las tesis anticlericales a raíz de las campañas contra Maura. La denominada entonces "República municipal malagueña" (1909-1915) fue todo lo que dieron de sí las posibilidades aperturistas del sistema de la Restauración. En 1914, el recurso a las presiones caciquiles terminó con los sucesos de Benagalbón, y desde 1915 comenzó el reflujo de las izquierdas en la capital. Por otra parte, el experimento se redujo a la capital: en la provincia nunca se doblegó la presencia de los dos partidos del turno. Casi coincidiendo con la disminución de la conflictividad obrera, en 1920, los republicanos abandonaban la lucha electoral como denuncia de la inmovilidad del sistema pero, al mismo tiempo, como consecuencia de su propia debilidad. Un año después "El Popular" desaparecía de la escena periodística malagueña

Crisis del reinado

La crisis política también alcanzó a los partidos monárquicos tras la retirada de Maura y los magnicidios de Canalejas y Dato. La fragmentación en múltiples tendencias, evidenciada desde 1913, dificultaba la formación de mayorías estables. En Málaga este fenómeno se apreciaba en la división entre los seguidores de Bergamín y de los Larios dentro del Partido Conservador, o entre los partidarios del albista Armiñán y el romanonista Eduardo Ortega y Gasset. Aunque el sistema se mantuviese gracias a la desmovilización del electorado y al fuerte enraizamiento de los lazos creados por el caciquismo, especialmente en el ámbito rural, lo cierto es que llegó a la década de los años veinte sin haber sido capaz de abrirse a la participación de la "España vital" y a la "nueva política" que Ortega había vislumbrado en España. El problema de Marruecos puso en evidencia estas debilidades del sistema con el desastre de Annual en 1921, un problema que se vivía de manera muy cercana en Málaga, cuyo puerto era una y otra vez escenario del triste espectáculo de la salida de tropas y la repatriación de los heridos que la caridad y el espíritu benefactor de la burguesía y la iglesia trataban de paliar.

La Dictadura

La solución buscada a la quiebra social y política de la monarquía fue la peor de las posibles: el golpe militar de Primo de Rivera. Con ello se cerraba cualquier posibilidad de que el sistema evolucionase en un sentido democrático. Málaga reaccionó con la misma expectación y pasividad que el resto del país ante los acontecimientos, lo que demuestra la desmovilización en que había desembocado la izquierda republicana y obrera y la "aquiescencia" generalizada de la población ante el nuevo régimen (Fusi, Palafox, 1998). Desde luego, el primer periódico de Málaga, "La Unión Mercantil", manifestó su satisfacción con el golpe.

El general Primo de Rivera contó a su favor con la coyuntura favorable de los años 20, que fue una época de crecimiento económico, y durante la cual se puso fin a la sangría de la guerra de Marruecos. La Dictadura se presentó como un régimen saneador de los defectos de la política de partidos, y a tal fin puso en marcha en los primeros años la práctica de las denuncias anónimas contra los casos de caciquismo, la tutela militar de la administración municipal mediante la figura de los "delegados gubernativos", la suspensión de las instituciones locales sustituidas por otras a cargo de "hombres nuevos", y la creación de nuevos instrumentos políticos como el somatén y la Unión Patriótica.

La alcaldía de Málaga recayó en el conocido médico José Gálvez Ginachero, en quien "La Unión Mercantil" veía un "malagueño entusiasta", respetado y "ajeno a todo partido político". En los primeros meses se produjo una auténtica furia revisora del período anterior: la oficina de reclamaciones abierta el 2 de Noviembre de 1923 recibió el primer día 250 escritos y 45 reclamaciones orales. En Coín, Antequera y Vélez hubo detenciones y encarcelamientos por irregularidades habidas en el período anterior.

La búsqueda de apoyos civiles al régimen se plasmó el 11 de Julio de 1924 en la creación de la Unión Patriótica malagueña, presidida por J. Rodríguez Muñoz, con quien también figuraban Gálvez Ginachero, Félix Sáenz Calvo, el Conde del Guadalhorce, Peralta y Crooke, entre otros. Pocos meses antes( 20 de Enero), el somatén celebraba su primera revista en la Plaza de Toros ante el Gobernador civil y el Conde de Guadalhorce, que era su presidente. Sin embargo, tanto en este aspecto, como en el de la institucionalización del régimen mediante el Estatuto municipal o la Asamblea Consultiva, la Dictadura cosecharía un completo fracaso. Desde luego, el jefe de la U.P. en Málaga carecía de relevancia política alguna, a diferencia del caso de Gálvez Ginachero, muy conocido aunque no precisamente por su carrera política. Tampoco ofrece la más mínima fiabilidad el resultado del plebiscito organizado en 1926 en apoyo de la Asamblea Consultiva, que dió un resultado en Málaga de 172.757 votos favorables al Dictador.

Frente a estos fracasos, la Dictadura gozó de reconocimiento en la realización de algunos proyectos relevantes. La redacción en 1924 del Plan de Grandes Reformas para Málaga -de los Ingenieros Rafael Benjumea, Leopoldo Werner y Manuel Giménez Lombardo-, la construcción de la Ciudad Jardín (1926, primera casa), la entrega a la ciudad del Castillo de Gibralfaro(1925), el inicio de las obras del Paseo Marítimo (1928), el impulso a la construcción de carreteras, de las telecomunicaciones, de la repoblación forestal y del turismo, fueron algunas de las iniciativas que se beneficiaron de un clima de bonanza económica.

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Óleo alegórico de la República, propiedad del Ayuntamiento de Málaga

Hacia la República

A fines de la década, sin embargo, reaparecen las fuerzas que la Dictadura había querido desterrar del país. En 1926 se reorganizaba el republicanismo en torno a la Alianza Republicana. Los políticos monárquicos recurrieron al pronunciamiento en 1927, en el que participaron activamente los malagueños Estrada y Armiñán. Otro monárquico influyente en Málaga, Bergamín, participó en el grupo de los "constitucionalistas" y fue derivando hacia posturas cada vez más críticas hacia la monarquía. Finalmente, con la retirada de Primo de Rivera, y la existencia de un clima de tolerancia, reaparecerá la conflictividad social e irrumpirán con una gran fuerza las organizaciones sindicales y políticas obreras. La monarquía trató de volver a la normalidad mediante los gobiernos Berenguer -con el malagueño Estrada de ministro de Gracia y Justicia- y Aznar. La fuerza de la oposición republicana y de una parte de los propios políticos monárquicos impidió esa salida. Las elecciones municipales del 12 de Abril se convirtieron, así, en un plebiscito entre Monarquía o República.

La II República y la Guerra Civil

La proclamación de la República supuso una nueva configuración del panorama político en Málaga. El Ayuntamiento de la ciudad pasó a estar regido por una mayoría de concejales de la Alianza Republicana y del Partido Radical Socialista, a los que se unían cuatro socialistas, dos federales, un comunista, un independiente y un miembro de la Derecha Liberal Republicana. Como ha escrito García Sánchez, los plenos municipales estuvieron fuertemente politizados desde un principio. Así, la presentación de una moción por el comunista Andrés Rodríguez sobre el problema clerical el 6 de Mayo, apoyada por toda la izquierda, originó el abandono del Ayuntamiento por la minoría monárquica como protesta.

La cuestión religiosa sería decisiva en Málaga con los sucesos de Mayo de 1931 como ya se ha visto. Hasta 1935 no se incorporaría de nuevo a la diócesis su titular, Balbino Santos Olivera, tras la salida de Málaga de Manuel González García. Pero las medidas anticlericales -expulsión de los jesuitas, retirada de símbolos religiosos, etc.- se convirtieron en un arma arrojadiza que pronto mostraría su eficacia política a las derechas, especialmente la Acción Popular de José María Gil Robles, germen de la C.E.D.A.

En la izquierda del espectro político malagueño, el PCE compartía con los anarquistas el sector más extremista mientras que el PSOE mantuvo una política de cooperación con los republicanos en este primer bienio. Entre los republicanos, los radicales socialistas representaban el ala izquierdista, mientras que el Partido Radical trataba de situarse en el centro político. En la derecha, fracasados los partidos monárquicos, el partido de Gil Robles galvanizó a los sectores conservadores malagueños a finales de 1931 en torno a los ideales antisocialistas y católicos, con el apoyo de "La Unión Mercantil", mientras que el Partido Agrario atraía a un sector de los propietarios y a intelectuales como José María Hinojosa. En la extrema derecha, la Falange, nacida en 1934, reunió a un sector obrerista así como a miembros de la burguesía malagueña.

Pese a la conflictividad política y social, lo cierto es que la representación política de Málaga en las sucesivas elecciones generales tuvo un tono relativamente moderado. En las de junio de 1931, la Conjunción Republicano-Socialista mostró su gran fortaleza, con la elección de 11 de los 12 diputados entre sus filas, entre los que se encontraban los principales protagonistas de la política malagueña del momento: los republicanos Pedro Gómez Chaix, Pedro Armasa Briales, Enrique Ramos Ramos y Emilio Baeza Medina, y los socialistas Antonio Fernández Bolaños y José Molina Moreno. Quedaron fuera los candidatos revolucionarios, como Bolívar o el capitán Piaya.

Algunos políticos malagueños alcanzaron relevancia a nivel nacional, como Pedro Armasa Briales, Baeza Medina y Enrique Ramos, por sus intervenciones parlamentarias. Este último, además, fue subsecretario de la Presidencia, ministro de Hacienda y de Trabajo y hombre del círculo íntimo de Manuel Azaña. Pedro Armasa Ochandorena ocupó la presidencia del Consejo de Estado, Pedro Gómez Chaix la del Tribunal de Cuentas y Armasa Briales y Baeza Medina la subsecretaría de Instrucción Publica y Bellas Artes. Los altos cargos republicanos acudieron a la provincia: la malagueña Victoria Kent en 1931 para visitar la cárcel, Prieto en 1932 para visitar el Pantano del Chorro, Marcelino Domingo en 1933 para impulsar la Reforma Agraria, y el presidente Azaña en el mismo año, en abril, sorprendido -escribe en sus diarios- por una lluvia casi constante y por la espléndida vega de Antequera que "estaba lucidísima".

La fragmentación del bloque republicano socialista, la impaciencia ante la lentitud de las reformas republicanas, los efectos de la crisis económica mundial, y la fuerte conflictividad, unida a los efectos de la represión en Casas Viejas, contribuyeron al cambio de coyuntura política apreciable en los resultados de las elecciones de 1933. En ellas, el electorado malagueño -en el que figuraban por vez primera las mujeres- se inclinó por el centro derecha (5 radicales, un agrario y uno de Acción Popular, antes Acción Nacional, mientras que el Frente Unico Antifascista (precedente del Frente Popular del 36), obtenía 5 diputados (3 socialistas, un radicalsocialista y el primer diputado comunista de España, el médico Cayetano Bolívar). Un año antes, sectores conservadores habían colaborado sin éxito en el golpe militar de Sanjurjo, siendo deportados a Villa Cisneros, en el Sáhara, el canónigo Andrés Coll y el marqués de Crópani.

La llegada al poder de Lerroux, y su colaboración con la CEDA de Gil Robles, partido sin convicción republicana, unida al parón en las reformas iniciadas, dividieron al republicanismo e inclinaron al PSOE a las tesis revolucionarias. Las izquierdas malagueñas participaron sin éxito en la revolución de octubre de 1934, cuyos sucesos más destacados se produjeron en la capital y en Teba. La crisis política llegó al Ayuntamiento de la ciudad en junio de 1935, enfrentando a radicales y cedistas, y llevando más tarde a la alcaldía al escritor Salvador González Anaya.

El bienio de derechas favoreció la convergencia de todas las fuerzas republicanas y obreras -a excepción del Partido Radical- en el Frente Popular para concurrir a las elecciones de febrero de 1936. Durante la campaña electoral, se apreció la radicalización política de los mensajes y la división del espectro político en dos sectores que presagiaban el enfrentamiento posterior. Los resultados -4 diputados del PSOE, 3 de Izquierda Republicana, 2 de Unión Republicana y 1 del Partido Comunista, frente a 1 Progresista y 1 de la CEDA-, no dejan lugar a dudas de la gran victoria del Frente Popular en Málaga, en la que debió influir la menor actitud abstencionista de la CNT respecto a 1933.

Desde entonces y hasta el 18 de Julio, la vida política en Málaga discurrió por la vía de la inestabilidad creciente, la proliferación de enfrentamientos violentos entre los grupos radicalizados de la derecha y la izquierda, y la conspiración en marcha de los militares y civiles implicados.

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Prisioneros en el campo de concentración de La Aurora 

Guerra y política

Tras la sublevación militar, en Málaga se produjo una reacción inmediata de las organizaciones republicanas y obreras que desbordó el aparato institucional y político del Estado iniciándose una etapa revolucionaria. El Gobierno Civil tuvo que compartir el control de la provincia con el nuevo poder de hecho del Comité de Enlace, y sus distintas secciones (Salud Pública, Sanidad, Subsistencias, Transportes, Guerra, etc.). La política, la guerra y la revolución se mezclaron en Málaga hasta la entrada de las tropas nacionales el 8 de Febrero de 1937. Ello explica el descontrol de las autoridades sobre las patrullas que comenzaron a ejercer una durísima represión sobre las personas de derechas -entre ellas gran número de sacerdotes- y algunos republicanos ajenos al Frente Popular. El gobierno de Largo Caballero trató de restaurar el marco legal republicano, desactivar la revolución y restablecer la disciplina militar, lo que le valió la oposición de los anarquistas.

La política durante el franquismo

La toma de la ciudad llevó aparejada el inicio de la construcción del Nuevo Estado franquista, con la formación de Gestoras en las Instituciones locales y el reforzamiento del poder político del Gobierno Civil, todo ello en medio de un clima dominado por la represión -no exenta de arbitrariedad y venganza- contra los republicanos y las izquierdas, y por la Guerra que continuaba en España.

Los estudios de Encarnación Barranquero, Matilde Eiroa, Pilar Ortuño y Concepción Fernández han empezado a desvelar la aun poco conocida historia de la época de Franco en Málaga.

La política en los años 40: la "Málaga Azul"

Pese a la simbología y la retórica falangista del nuevo orden establecido en Málaga, especialmente intensas en los años anteriores al fin de la II Guerra Mundial, el franquismo fue relegando a la Falange a un segundo plano, como un útil instrumento para encuadrar y movilizar a la población en su favor. El decreto de Unificación (1937), las depuraciones y la entrada de miembros de las clases altas tradicionales de Málaga dejaron al Partido Único sin el halo revolucionario de su etapa fundacional, aunque siguiese influyendo en aspectos importantes como la propaganda y los medios de comunicación, la política juvenil y de la mujer, el sindicalismo o los deportes. El verdadero poder, sin embargo, residía en Franco, y en sus delegados en la provincia, los todopoderosos gobernadores civiles. Elías de Mateo ha demostrado, al estudiar el reclutamiento del personal político municipal de la provincia en 1941, que se utilizó un método de clientelas fieles y que, pese a ser casi todos militantes de la Falange, la mayoría procedían de los partidos de derechas y extrema derecha de la República. Ello constata la debilidad de la Falange en Málaga y la designación de los efectivos del Movimiento desde arriba, desnaturalizando sus orígenes.

En cambio, la Iglesia, estrechamente unida a Franco durante la Guerra -bendecida como Cruzada- supo restaurar su influencia religiosa, ideológica, social y política gracias al lugar preeminente que el franquismo le concedió. Hasta la llegada del Concilio Vaticano II en los años 60, la Iglesia malagueña, que se aplicó a la tarea de reconstruir la diócesis moral y materialmente, fue una institución imbricada estrechamente con la Dictadura. Quizá el ejemplo de Herrera Oria, obispo desde 1947 hasta 1967, sea uno de los más paradigmáticos en este sentido, por su trayectoria anterior y por su influencia política en el régimen, constituyéndose en un verdadero contrapoder de su máximo representante en la provincia, el gobernador civil.

Un estrecho control sobre la moral tanto pública como privada y, asimismo sobre la educación, preservaba la unidad religiosa y una fuerte, eficaz y constante represión, policial y de la Guardia Civil, desarticuló a las fuerzas republicanas y obreras, asegurando así el régimen y convirtiéndose en una de sus características definitorias hasta su desaparición en 1975. Matilde Eiroa ha señalado el carácter arbitrario e implacable de la justicia en los primeros años 40, con 787 expedientados, 8.523 encarcelamientos, 1.512 mujeres presas, campos de concentración, 710 ejecutados entre 1939 y 1942 , y sentencias aplazadas hasta 1948. Muchas de las penas, sin embargo, serían rebajadas progresivamente.

Ni el estricto control político e ideológico, ni el intervencionismo económico, pudieron impedir el fracaso del régimen en la solución a los grandes problemas de la reconstrucción de Málaga tras la Guerra Civil. La imagen de núcleos de cuevas y chabolas como refugio de los más pobres apenas pudo paliarse con la iniciativa oficial. Desde la misma prensa oficial, que a veces le censuraba, el historiador y archivero Francisco Bejarano Robles dejó constancia de la miseria, la corrupción y la carestía que traían consigo "la depauperación y aniquilamiento paulatino de las clases medias y jornaleras" y el enriquecimiento y el lujo de los "enterados, estraperlistas y logreros". Los informes secretos del Gobierno Civil en esos años confirman el cuadro dibujado por el articulista de "La Tarde": la policía comunicaba al gobernador civil en 1946 la convicción de los malagueños de que eran las clases altas y las propias autoridades, o sus agentes, los que se estaban enriqueciendo con el contrabando disfrutando de una total impunidad para hacerlo .

A su vuelta a España, en 1950, Gerald Brenan coincidió con Bejarano en la descripción de la postración de Málaga. El enriquecimiento de algunos dirigentes falangistas por la corrupción y el estraperlo favoreció el control por Franco de la oposición interna, y redujo a la retórica su espíritu revolucionario de la República. Para Brenan, en 1950 y salvo honrosas excepciones, la Falange había desembocado en el cinismo.

En aquellas circunstancias, la oposición al franquismo se desenvolvía en condiciones precarias como demuestra el testimonio del dirigente socialista Francisco Román. Durante la posguerra se organizaba en las cárceles y campos de concentración, y, más adelante, sus actividades chocaban una y otra vez con las "caídas" y desarticulación de la policía. Como ya se ha visto, la guerrilla cobró gran fuerza en algunos momentos en la Serranía de Ronda y en la Axarquía, pero terminó desarticulada a principios de la década de los 50. Para el matrimonio Washbrook, unos amigos franquistas de Brenan, sin embargo, Málaga seguía siendo "comunista", lo que coincide con el papel principal jugado por el PCE en la oposición clandestina a Franco.

La inflexión de los 50

Hasta finales de la década de los 50 no pudieron recuperarse los niveles económicos alcanzados en Málaga durante la República. El intervencionismo económico, nunca abandonado, fue relajándose progresivamente, y la buena coyuntura internacional se dejó sentir en el país. El franquismo comenzó a propagar su eficacia en las realizaciones como el mejor argumento político contra la falta de democracia, y el reconocimiento internacional del régimen obligó a cuidar más su imagen suavizando la estética fascista -reservada a las conmemoraciones- o introduciendo sistemas pseudodemocráticos de participación -los referendums y el tercio familiar-. Las publicaciones del Gobierno Civil, como Al servicio de Málaga (1951), o Veinte años de paz en el Movimiento Nacional bajo el mando del Caudillo (1959) mostraban la cara más amable del régimen en estos años: la política de viviendas, carreteras, riegos y abastecimiento de aguas, sanidad, asistencia social, construcción de escuelas, contrapunto de los testimonios de Brenan, Bejarano o los peculiares "sondeos" de opinión de la policía.

La orientación tecnocrática se dejaba sentir en el papel central de organismos como la Comisión de Servicios Técnicos del Gobierno Civil, creada en 1958 y que luego coordinaría los Planes de Desarrollo, o la Confederación Hidrográfica del Sur, en 1960, a los que se añadían los servicios técnicos de la Diputación Provincial. La distribución de las obras por la provincia se convertía en un instrumento político de primer orden que reforzaba el control de las alcaldías por el Jefe Provincial. Era él quien inauguraba las obras, salvo las más emblemáticas, que lo fueron en las visitas de Franco, especialmente en las de 1956 y 1961.El Caudillo no se prodigó en sus visitas oficiales a Málaga, aunque si acompañaría a su mujer, Carmen Polo, que asistió en numerosas ocasiones a las procesiones de Semana Santa.

El despegue de la provincia se produjo en la década de los 60, con su secuela de cambios sociales, así como los inicios de una actividad crítica y de oposición sindical y obrera. Pese al triunfalismo de la campaña de los 25 Años de Paz en 1964, el Gobernador Castilla Pérez reconocía ante la recientísima Facultad de Económicas las deficiencias de las carreteras malagueñas, el déficit en viviendas, el impacto de la emigración interior y exterior, el desequilibrio del desarrollo de la provincia, o su ubicación en los últimos puestos de los ingresos por habitante del conjunto de España (Málaga y su actual desarrollo económico, 1966).

La oposición a Franco en Málaga comenzó a arraigar durante los años 60 en el ámbito sindical, estudiantil y docente, en el mundo intelectual y, algo que sería especialmente doloroso para el franquismo, en la Iglesia. Según el testimonio de José Antonio Ruiz Muñoz, el nacimiento de uno de sus principales protagonistas, las Comisiones Obreras, tuvo lugar en 1962 en una reunión de unos 80 jóvenes pertenecientes al FELIPE, a las Juventudes Obreras Católicas y al Partido Comunista celebrada en un local del Obispado. En 1966, obtenían un resonante éxito en las elecciones sindicales. La labor política y sindical avanzó a saltos, con periódicas desarticulaciones de la policía y Guardia Civil que hicieron muy dura la vida de los militantes obreros según el testimonio de Manuel Ruiz Benítez. La colaboración de algunos curas, asistentes sociales y abogados laboralistas, contribuyó al mantenimiento de la lucha obrera, que se consolidaría desde 1972 hasta la muerte de Franco.

La crisis en la Iglesia fue quizá lo más espectacular del tardofranquismo, por lo que supuso de descrédito moral para el régimen. Las discrepancias de José María González Ruiz con Herrera Oria en Málaga, ya en los años 50, coincidían con otros movimientos de aproximación eclesial a la clase obrera como los de la HOAC y los JOC. En la intimidad de su diario, con la precisión que le caracteriza, el joven profesor del Seminario escribía en 1960: "están siempre dispuestos a cogerse del brazo del César, sobre todo cuando el César se santigua y se rocía con agua bendita" (Memorias de un cura, 1997).

Finalmente, la creación de la Facultad de Económicas aportó un nuevo elemento -los estudiantes y profesores- a la crítica antifranquista, y un espacio donde podía disfrutarse de un mayor clima de libertad de expresión y de organización política.

  

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