
Concejales
republicanos izan la bandera del
nuevo régimen en el Ayuntamiento |
En un
clima de extraordinaria esperanza e
ilusión popular manifestada en las
calles de la ciudad, el 14 de abril la
bandera republicana se izaba en el
ayuntamiento y el abogado
radical-socialista Emilio Baeza Medina
se convertía en el primer alcalde del
nuevo régimen en Málaga.
Como ha
escrito Fusi, la II República fue el
intento más serio de modernización de
la historia de España bajo un régimen
democrático. Pero la república advino
en unas circunstancias políticas y
económicas internacionales críticas
que harían muy dificultoso su intento
regenerador. La crisis de 1929 golpeó
al país, y la democracia republicana
fue sometida a una intensa presión
sindical, política y huelguística.
Málaga, además, se destacaría muy
pronto en esta dinámica, con los
sucesos de Mayo de 1931, el episodio
anticlerical más grave de los ocurridos
en España, que llevó a la clase media
malagueña a identificar en adelante el
nuevo régimen con el ataque a la
religión y a la Iglesia y con el
desorden. Los esfuerzos desplegados por
las nuevas autoridades por impedir la
quema y la destrucción del patrimonio
de la Iglesia malagueña resultaron
baldíos ante los incendiarios. Además,
todo el período estuvo jalonado por la
conflictividad social en la ciudad y en
el campo, con la diferencia respecto a
etapas anteriores del elevado número de
conflictos y de su virulencia,
desembocando en numerosas ocasiones en
pérdida de vidas humanas entre los
trabajadores, fuerzas del orden o
responsables políticos y sindicales. La
fuerza del anarcosindicalismo en la
ciudad, la radicalización progresiva
del socialismo ugetista, y la presencia
activa del comunismo son tres claves
explicativas de la ruptura del consenso
político y social durante la República
en Málaga. Desde el punto de vista
electoral, la provincia mostró su
tendencia mayoritaria hacia la izquierda
en 1931, basculó hacia el centro
derecha en 1933, para mostrarse en 1936
claramente partidaria del Frente
Popular.

Electores
en el barrio de la Trinidad el
12 de abril de 1931 |
El
intento de golpe de 1932 fue un primer
aviso de la conspiración contra la
República de los sectores derechistas
que no habían aceptado el cambio de
régimen. En Málaga fueron detenidos
por ello el doctor Gálvez Ginachero, el
abogado José Estrada, el canónigo
Andrés Coll y el marqués de Crópani.
En 1933, el partido radical -primera
fuerza electoral de la provincia-
intentó infructuosamente la experiencia
de centrar la república con la
colaboración de la CEDA, un partido
cuya fidelidad a la República era más
que dudosa. El temor de las izquierdas a
que se extendiese a España el avance de
los fascismos en Europa, dio lugar a la
revolución de 1934 que en Teba originó
fuertes enfrentamientos entre los
trabajadores y la Guardia Civil, con el
resultado de un guardia civil y un
trabajador muertos, y más de cien
detenidos. El bienio radical cedista
supuso un retroceso respecto a la etapa
reformista anterior, y ello facilitó la
convergencia de nuevo de las izquierdas
en torno al Frente Popular, que ganaría
ampliamente en Málaga las elecciones de
febrero de 1936.
La crisis del 29
En cuanto
a la economía, la Segunda República es
susceptible de una doble lectura. Por
una parte, la Gran Depresión golpeó
con fuerza a aquellos sectores que en
los años veinte habían crecido en
función de la demanda exterior. Es por
ello que la agricultura de exportación,
y en consecuencia las industrias
agrarias vinculadas a los mercados
europeos, así como el sector minero
metalúrgico, atravesaron por una etapa
de crisis que en algunos casos fue
especialmente dura. Eso ocurrió por
ejemplo con el vino -que había
conseguido recuperar algunos mercados en
los años de la Dictadura-, el aceite
-Málaga se había convertido durante la
década anterior en la capital andaluza
del refino- y también con algunas
especialidades de bienes intermedios
como el plomo o el óxido de hierro. De
igual manera, pero en este caso como
consecuencia de la reducción de la
propia demanda interior, la producción
de cemento, de materiales de
construcción y una gama cada vez más
amplia de construcciones mecánicas y
metálicas, que habían contribuido a
crear una red de pequeños talleres e
instalaciones fabriles de tamaño medio
diseminadas por Málaga y las ciudades
más importantes de la provincia,
también se vieron afectadas con el
cambio de coyuntura económica.
Variables negativas, que en todos los
casos se trasladaron a la actividad
portuaria, reducida, en vísperas de la
Guerra Civil, a una tercera parte de los
valores y volúmenes de mercancías
alcanzados en los compases finales de la
década anterior.

La estatua del marqués de
Larios es sustituida por la del
trabajador |
Frente
a las serias dificultades que
atravesaron las actividades productivas
ligadas al mercado internacional, y
aquellas otras que habían crecido
vinculadas a la demanda industrial o a
los avances de la urbanización, la
economía menos abierta y más rural del
interior presentaba una problemática
distinta. Los primeros años treinta no
fueron especialmente malos para la
agricultura extensiva, fundamentalmente
cerealística, que entonces ocupaba
cerca de un 65% de la superficie
cultivada de la provincia, aunque
aportaba exclusivamente el 34% del
producto agrícola provincial. No hubo
malas cosechas (al contrario, los
volúmenes de producción de 1932 y 1934
no se habían alcanzado desde 1923), si
bien el carácter atrasado de buena
parte de esta agricultura, la
desequilibrada estructura de la
propiedad y su utilización intensiva
del factor trabajo, abundante y mal
remunerado -la población activa
dependiente del sector primario rozaba
todavía el 70%, explican la
extraordinaria conflictividad social del
campo malagueño en la Segunda
República.

Placa
conjunta de la CNT y la UGT del
Sindicato Ferroviario |
Málaga
en guerra
El
incremento de las tensiones sociales
preparó el ambiente a la conspiración
en marcha para derribar a la República
con un golpe militar. Los conspiradores
sabían la dificultad de hacerlo
triunfar en Andalucía, por la fuerza de
las organizaciones y partidos obreros. Y
no se equivocaron en el caso de Málaga,
donde fracasó el levantamiento del 18
de Julio, pese a la implicación más o
menos decidida de la gran mayoría de la
oficialidad, incluido el Comandante
Militar de la plaza, el general Patxot.
La Guerra
Civil apenas duró aquí siete meses, y,
sin embargo, ha sido el acontecimiento
histórico que marcó para siempre, más
que cualquier otro, a muchas
generaciones de malagueños. Además, la
pérdida de Málaga, como reconocería
el presidente del gobierno Largo
Caballero, impresionó hondamente a la
opinión pública de la España
republicana.
La
población civil malagueña sufrió
fuertemente los rigores de la guerra con
la cruel represión ejercida por ambos
bandos, el hambre, los bombardeos y el
terrible éxodo final hacia Almería.
Tras el fracaso de la sublevación, la
provincia entró en un período
excepcional, con la ruptura de los
mecanismos económicos, políticos y
administrativos. Todos los historiadores
coinciden en la desorganización interna
de Málaga, y en la frustración, con el
gobierno de Largo Caballero, de los
intentos de restablecer la normalidad
institucional y militar republicana. Por
su mayor arraigo en la capital,
sobresalió el protagonismo del
anarquismo, empeñado en responder con
la radicalización revolucionaria a las
amenazas ciertas de la ofensiva sobre
Málaga.
La caída
de Málaga, sin embargo, se debió a la
superioridad manifiesta de los medios
militares nacionalistas cuando se
decidió convertir a Málaga en la
primera prueba de las fuerzas
expedicionarias italianas en España.
Ello, unido a la presencia de fuerzas
navales y aéreas italianas y alemanas,
disminuye el efecto de las acusaciones
posteriores hacia el gobierno de haber
abandonado Málaga a su suerte.
Tras la
toma de la ciudad, se iniciaba una nueva
etapa histórica, todavía marcada por
la guerra. La represión sobre los
vencidos sería, en opinión de Hugh
Thomas, una de las más duras y crueles
de toda la Guerra Civil y la posguerra.
En las sierras de Málaga, grupos de
excombatientes republicanos comenzaban
la lucha guerrillera.