
Votantes en
las elecciones sindicales celebradas en 1954 |
El
régimen de Franco se mantuvo como una
dictadura hasta su desaparición. En
este sentido, careció siempre de
legitimidad política democrática
aunque se dotase de un aparato
institucional -comenzando por las
Cortes, creadas en 1942- y de un sistema
pseudorrepresentativo para elegir a sus
miembros -los procuradores- mediante una
elección indirecta entre los cargos de
los ayuntamientos, los sindicatos y las
corporaciones. Solamente en la fórmula
del referéndum -donde se aplicaba el
sufragio universal-, y en la elección
de representantes familiares para los
ayuntamientos, que constituían un
tercio de los concejales -votados por
los cabezas de familia, se permitía el
voto directo.
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Propaganda franquista en apoyo
al referéndum |
La
evolución del sistema electoral fue
paralela a la necesidad de mejorar el
aspecto institucional del franquismo cara al
exterior, en las postrimerías de la II
Guerra Mundial, con una ampliación de la
representación en las elecciones, aunque
éstas nunca llegaron a perder su carácter
pseudodemocrático. Emilio Lamo de Espinosa,
gobernador civil de Málaga, señalaba con
motivo de las primeras elecciones
sindicales, en 1944, que el régimen se
había instaurado "por el esfuerzo de
una guerra y sólo una acción de sentido
igual pero contrario puede dar al traste con
nuestra continuidad política".
Todavía en 1963 el diario
"Arriba" escribiría que "el
pueblo sabe que su destino no se juega en
unas citas electorales".
Las elecciones
franquistas constituían un complejo
mecanismo para designar a los representantes
sindicales, concejales, diputados
provinciales, procuradores y consejeros del
Movimiento en sus distintos ámbitos -local,
provincial y nacional-. Una serie de
circunstancias desvirtuaban el sufragio,
como la carencia de libertades y de partidos
o sindicatos alternativos, además del
control ideológico, la reducción de las
bases electorales, la intervención de las
autoridades y las jerarquías del régimen
en el proceso, así como el carácter
abrumador de la propaganda oficial.
Emilio Lamo de Espinosa |
Las
elecciones sindicales
El control de
los sindicatos fue uno de los instrumentos
clave entregados por Franco a la Falange,
cuyas jerarquías monopolizaron los cargos
dirigentes de la organización sindical. Las
primeras elecciones sindicales se celebraron
en 1944 con un amplio despliegue
propagandístico que no pudo evitar el
escepticismo y la abstención de los
trabajadores. La aparición, a finales de
los años 50, de los primeros jurados de
empresa, más la posibilidad de los cargos
sindicales de participar en la negociación
de los convenios colectivos a principios de
los 60, decidió a las Comisiones Obreras
-que gozaron inicialmente de cierta
permisividad- a participar en las elecciones
sindicales, mientras que la UGT y la CNT se
negaban a ello por considerar que así
legitimaban el verticalismo franquista. En
1966, Comisiones Obreras de Málaga
alcanzaba un gran éxito electoral, que
llevó al régimen a ilegalizarlas un año
después en toda España y perseguir
duramente a sus militantes, siendo detenidos
en 1968, entre otros, Félix Barranquero
Bandera, José Timonet Martín, Manuel Ruiz
Benítez, José García de la Cueva, Antonio
Fernández Guillén, José Sánchez Santos y
Antonio Cabello Aguilera.
Comisiones Obreras alcanzó un
gran éxito electoral en 1966 |
Los
referendos
Durante el
franquismo se celebraron dos: en 1947, para
aprobar la Ley de Sucesión a la Jefatura
del Estado, y, en 1967, para hacerlo con la
Ley Orgánica del Estado. En ambos casos, el
resultado fue aplastante en favor del sí,
con una oposición testimonial de 3.725 y
11.412 votos respectivamente, y una
participación próxima al 100% en la
capital en 1947 y superior al 90% en 1967.
Conseguir esas
cifras de participación fue la obsesión
del régimen en los referendos, y a ello
contribuía una presión propagandística
extraordinaria sobre los electores poniendo
de manifiesto las realizaciones del régimen
e identificando el voto afirmativo con el
sí a Franco. En 1947, la jerarquía
eclesiástica respaldó abiertamente el
referéndum y la propaganda oficial se
dirigía a los católicos indicándoles que
votar sí suponía "estar en paz y
gracia de Dios".
En 1947, los
trabajos de organización del referéndum en
Málaga costaron 190.000 pesetas, según la
documentación del gobernador García del
Olmo, e incluían, aparte de los gastos de
las actividades propagandísticas del Frente
de Juventudes, numerosas partidas para
alimentos a los enfermos, detenidos, niños
pobres, o recetas de farmacia, en el más
puro estilo caciquil de la Restauración,
aunque ahora corriendo porcuenta del Estado.
El apoyo
también se lograba mediante la coerción.
Como el voto era obligatorio, un edicto del
alcalde de Ronda advertía a las empresas
que serían sancionadas en caso de pagar
nóminas sin la presentación por los
trabajadores del certificado de voto y
recordaba los posibles perjuicios en caso de
no votar a los beneficiarios del subsidio
familiar. El temor a las represalias por la
abstención quedaría impreso en la memoria
de los malagueños de cierta edad, como se
puso de manifiesto en las primeras
votaciones de la democracia cuando siguieron
pidiendo certificados de votación en las
mesas electorales.
Los
representantes familiares
La Ley de
Bases del Régimen Local de 1945 estableció
la designación gubernativa de los alcaldes
y presidentes de Diputación, así como la
elección por los cabezas de familia de un
tercio de los concejales en los
ayuntamientos. Las primeras elecciones
municipales del franquismo se celebraron en
1948. El control político del proceso era
total, como se desprende de la
documentación existente en el Gobierno
Civil de Málaga, con la palabra
"acordado" escrita a lápiz en la
carpeta de cada localidad, y por los
informes de los alcaldes y de la Guardia
Civil sobre los candidatos propuestos al
gobernador, que era quien decidía en
última instancia.
En la década
de los años sesenta se produjeron algunos
cambios. En primer lugar, porque se aflojó
la presión oficial para conseguir altas
cifras de participación, con lo que
aumentó el abstencionismo y las consultas
pasaron a celebrarse en días laborables.
Además, quedó instituida por la Ley
Orgánica del Estado la figura de los
procuradores familiares, a cuya elección se
incorporaban las mujeres casadas. En las
primeras elecciones a Cortes por el tercio
familiar de 1967, Rafael Merino fue el
procurador más votado, por encima de Luis
Peralta España, mientras que la
participación alcanzaba al 52% de los
electores.
Los años
70
La tendencia
al abstencionismo continuaría acentuándose
en las últimas elecciones del franquismo.
En las municipales de 1973, por ejemplo, la
participación fue del 48,5%. Pero lo más
significativo fue el aumento de la
competitividad que se reflejó en la
denuncia de irregularidades electorales y la
impugnación de los resultados, como
ocurrió en las municipales de 1970, en las
que se pidió la anulación de 40 colegios
electorales, siendo finalmente acordadas por
la Audiencia de Granada. Lo mismo ocurrió
ese año en las elecciones de Marbella,
donde la candidata por el tercio sindical
Inmaculada Molina y su abogado, Victoriano
Frías, lograron que fuesen anuladas.