El
encuentro del pasado y el futuro
Desde
los primeros pasos, los arquitectos trabajaron con
la idea de la yuxtaposición de una arquitectura
decididamente contemporánea con la existencia del
Palacio del Buenavista, los nuevos edificios y los
restos arqueológicos.
El edificio que
alberga hoy la colección de Pablo Ruiz Picasso
comenzó a edificarse hacia 1530, medio siglo
después de la conquista de Málaga después de
casi ocho de dominación musulmana. En ese lugar
existía una casa perteneciente a un noble
musulmán, ya que la calle a la que daba frente
era una de las principales de la medina. Los Reyes
Católicos, después de la dura y épica conquista
de la ciudad, habían premiado la ayuda prestada
por los nobles en la batalla concediéndoles
parcelas para que pudieran edificar sus casas y
así asentarse en la nueva ciudad cristiana. El
palacio construido quiso evidenciar el poder de su
señor, con una fachada construida en piedra
flanqueada por una alta torre. La cota sobre la
que se asentaba la casa estaba mas alta que el
resto de la calle, lo que aumentaba la ya gran
altura de sus fachadas. Es fácil de imaginar la
impresión que causaría este edificio, en
contraste con su entorno de casas encaladas, la
mayoría de poca altura y con escasos huecos dando
a la calle.
El palacio se
construyó en estilo renacentista con un esquema
muy simple de cuatro alas de habitaciones
alrededor de un patio porticado, con un jardín
dando a mediodía, otro patio a levante y una
entrada de carruajes en la medianera con la
propiedad situada al norte. Este sencillo esquema
posibilitó que los diferentes usos que el palacio
ha tenido a lo largo de su vida se sucedieran sin
necesidad de transformaciones estructurales. Este
es el edificio que Christine Ruiz-Picasso escogió
para sede de las obras que generosamente donó a
la ciudad de Málaga.
La situación del
museo en el centro de la ciudad histórica, a 200
m de la plaza de La Merced donde nació el pintor,
lo pone en relación directa con los lugares de la
infancia de Picasso, que pasearía por los
aledaños del Palacio de Buenavista y sus calles
traseras, cuando Alcazabilla era estrecha y
zigzagueante, no abierta aún con la anchura que
hoy tiene. Desde el ventanal de las nuevas
escaleras que se han realizado en el museo,
mirando al norte, puede verse encuadrada la torre
de la iglesia de Santiago, donde fue bautizado el
niño Pablo, y al fondo la fachada de la plaza de
la Merced donde vivió.
Desde el
principio se vio que solo el palacio no iba a ser
suficiente para la complejidad de funciones que
requiere un museo actual capaz de cumplir las
exigencias internacionales. Se inicia así un
proceso de adquisiciones de casas contiguas y de
definición de necesidades que culmina en la
configuración actual. En julio de 1998 se
presenta al público un proyecto que, además del
palacio incluía dos casas que completaban un
solar sensiblemente rectangular. En el espacio
resultante de la demolición de estas casas y de
un patio añadido en los años 50 del pasado siglo
se incluían salas de exposiciones temporales y un
salón de actos.
Posteriormente,
en la idea de que el museo sea una institución
viva, se añade al programa propiamente
museístico una biblioteca-centro de
documentación, un edificio para el departamento
de educación y un auditorio, lo que obliga a
plantear un crecimiento hacia el cerro de la
Alcazaba. Este trozo de ciudad, que había
sobrevivido a las demoliciones que se realizaron
para la apertura de calle Alcazabilla, se
encontraba muy deteriorado y semiabandonado por
sus moradores. Las ampliaciones del museo se
insertan dentro de él, estableciéndose una
simbiosis entre el museo y el barrio. Aquel se
extiende por el caserío, diluyéndose sus
límites. Algunos de los edificios que se
incorporan se conservan, restaurándose sus
fachadas y cubiertas y, cuando es posible,
manteniendo su tipología. Los sucesivos proyectos
que se realizaron mantenían la idea de que entre
las casas de los siglos XVIII y XIX emergían unos
volúmenes mas rotundos de arquitectura
contemporánea, protagonizados por las piezas de
las salas de exposiciones temporales, el auditorio
y las oficinas.
Desde los
primeros pasos del proyecto se trabajaba con la
idea de la yuxtaposición de una arquitectura
decididamente contemporánea con la existente del
palacio y de los edificios que se conservan. Como
en el resto de la ciudad histórica y en toda
ciudad viva, se mezclan arquitecturas de
diferentes épocas. Las nuevas edificaciones
conviven respetuosamente con las existentes, sin
violentar el espacio urbano, de forma natural, sin
falsas concesiones a la historia. Incorporando al
espacio público un solar en el que existe una
vieja higuera se crea una plaza que se convierte
en el centro público del conjunto de la
institución del museo, accediéndose desde ella
al auditorio, al edificio del departamento de
educación y a la librería del museo, y en pocos
metros a la biblioteca y a las oficinas. Toda esta
compleja obra de planificación, diseño,
saneamiento, remodelación y adaptación del
conjunto ha sido llevada a cabo, desde el punto de
vista de la arquitectura, por los estudios
arquitectónicos de Gluckman Mayner Architects y
Cámara /Martín Delgado Arquitectos.
La restauración del Palacio de Buenavista ha sido
abordada como la recuperación para su
incorporación como una parte, aunque principal,
del proyecto global de museo. Se concibe como una
nueva intervención en el edificio sin alterar su
esencia sino, al contrario, con la idea de
mantener y potenciar su originalidad y sus
valores. No se trata de recuperar la imagen
prístina, original, del edificio, ya que éste ha
sufrido transformaciones a través del tiempo que
forman ya parte del mismo. Es, pues, una
intervención más, como las que ha habido a lo
largo de la historia, que como estas han tenido el
sentido de adaptarlo a nuevas circunstancias.

Las
salas de la colección permanente tienen
sus techos alfarjes y armaduras de madera,
en partes originales del palacio y en
parte procedentes de otros edifícios,
principalmente conventos, que en su tiempo
se demolieron
|
El Museo: el
Palacio de Buenavista 
La entrada al museo se realiza por la puerta
principal del palacio. En la planta original se
entraba directamente al patio a través de un
zaguán de reducidas dimensiones ocupado en gran
parte por unas escaleras que salvaban el desnivel
con la calle. Para convertir este zaguán en el
espacio de recepción del museo se le incorpora
toda el ala del palacio hacia el sur, ocupando una
parte que había sido muy transformada en tiempos
recientes. Se proyecta así una entrada en recodo,
con apoyaturas en la tradición andaluza, en dos
niveles y ya de una amplitud considerablemente
mayor. El techo de este nuevo zaguán evoca el
antigüo de viguetas de madera y bóvedillas
curvas. En la habitación que corresponde al
saliente de la torre se sitúan la taquilla y el
guardarropa. Aquí se ha instalado un artesonado
que fue donado al Museo de Bellas Artes por el
pintor Muñoz Degrain, y que se situó
inicialmente en una sala de la planta alta
habiendo sido necesario para ello cortar una
armadura existente y modificar las paredes de la
sala. Las dimensiones del artesonado coinciden
exactamente con las de la habitación de la torre,
quedando magnificamente colocado en ella,
realzando el primer contacto del visitante con el
edificio. El mobiliario de madera oscura arropa el
artesonado y contribuye a iniciar en el visitante
en los materiales que va a encontrar en el museo.
Un ventanal al fondo del zaguán hacia el sur
anticipa la visión del jardín. Desde este
espacio de recepción se accede al patio central
del edificio, alrededor del cual se articulan las
salas que albergan la colección permanente. Se ha
reorganizado la planta, modificándose las
circulaciones para un mejor recorrido desde el
punto de vista museístico. En la planta original
las habitaciones se abrían al patio central, lo
que se ha modificado para tener en cada planta
solo una entrada y una salida. En la planta baja
se situan cuatro salas. El suelo, que inicialmente
estaba levantado tres peldaños respecto al patio,
se ha rebajado al nivel de éste, lo que da a la
vez una mayor altura a las salas. Subiendo por las
escaleras del palacio se sitúa al frente del
desembarco la entrada a otras siete salas. Una
nueva, separada del resto, completa el número de
doce dedicadas a Picasso.
Todas estas salas tienen en sus techos alfarjes y
armaduras de madera, en parte originales del
palacio y en parte provenientes de otros
edificios, principalmente conventos, que en su
tiempo se demolieron. Actualmente se ha visto que
todos ellos han sido muy reparados a lo largo del
tiempo. El arquitecto Enrique Nuere, máximo
estudioso de la ‘Carpintería de lo Blanco’,
ha llevado a cabo su restauración y la
restitución de lo que se perdió en un
desafortunado incendio ocurrido durante las obras,
utilizando los procedimientos y técnicas
tradicionales. La ‘Carpintería de lo Blanco’
es una ciencia viva, fijada a partir del tratado
que en el siglo XVII escribió Diego López de
Arenas, que no se basa en la modelación artesanal
de las propias piezas, sino en la creación de
estructuras complejas cuya ciencia se sustenta en
la geometría y la habilidad constructiva.
Entre los años
1930 y 1950 se llevaron a cabo obras de bastante
envergadura en el edificio, sustituyéndose las
cubiertas y suelos, que se rehicieron con
estructura metálica. A los alfarjes, cuyas vigas
originariamente eran la estructura portante de los
suelos se les eliminó esta función que fue
sustituida por los nuevos forjados metálicos.
Estos han debido ser ahora reforzados para
soportar las cargas que el nuevo museo exige.
La intervención
en el edificio histórico para cumplir las
exigencias museísticas es necesariamente dura.
Los museos se requieren una gran cantidad de
espacio para las instalaciones técnicas que hagan
posible el cumplimiento de las condiciones
ambientales requeridas por los conservadores en
cuanto a temperatura, humedad y pureza del aire,
iluminación, seguridad, etc. Estas instalaciones,
que en el edificio de nueva planta pueden preverse
desde el inicio del proyecto, han de ser
acomodadas en el palacio, no sólo en lo que
respecta a la previsión de los espacios para las
máquinas o cuadros, sino el recorrido de todas
las conducciones desde estos hasta los puntos
finales en las salas, especialmente los conductos
de aire acondicionado, generalmente de grandes
dimensiones. Esto ha de hacerse en general a
través de los muros mediante cuidadosas
operaciones, de forma que nada se manifieste al
exterior para no alterar la imagen del edificio
original. Lo que supone una intervención fuerte,
a veces traumática, que trae consigo laboriosas
obras de refuerzos de muros y otros elementos
estructurales para que el edificio no quede
debilitado.
En el interior de
las salas de exposición se ha cuidado
especialmente que estas instalaciones no se
manifiesten, de modo que no aparezcan elementos
que perturben la contemplación de la obra de
arte. En el caso de los que necesariamente han de
aparecer se diseñan de forma que se integren en
el ambiente arquitectónico del edificio. Así,
las rejillas de aire acondicionado que aparecen en
las salas están realizadas en placas de mármol
blanco, para que se integre bien en las paredes,
con perforaciones de resonancias mudéjares. Con
este mismo criterio se minimizan todos los
elementos necesarios de iluminación, detección
de humos, etc.
Los suelos, que
en el zaguán y patio eran de un mármol crema de
acabado rugoso, se vuelven en las salas mas
pulidos, sin llegar al brillo. Se escogió un
mármol de canteras de Murcia, que tiene un tono
mas cálido que otros similares, habiendo sido
necesaria una selección continuada durante dos
años para conseguir un material con poca veta y
con la uniformidad deseada.
Las ventanas y
balcones de las salas se dejan abiertas dejando
entrar la luz natural, aunque tamizada por unos
esterones de esparto, en el grado necesario para
que no distorsione la iluminación de los cuadros.
Las nuevas
salas de exposiciones temporales 
El edificio del palacio y la nueva pieza de
arquitectura contemporánea que contiene a las
salas de exposiciones temporales se unen por una
cubierta de vidrio que aloja un espacio en doble
altura, atravesados por unos puentes que unen las
plantas altas. Este espacio a modo de patio
interior cubierto por un toldo tensado, prepara la
transición desde el edificio histórico a las
salas de mayor escala de las exposiciones
temporales. Los mismos suelos del Palacio, rugosos
en el patio interior y pulidos en las salas y el
mismo blanco de las paredes, enlazan las dos
edificaciones. En el extremo norte de este patio
interior se sitúa una escalera que une todos los
niveles del edificio.
Las salas de
exposiones temporales se conciben como unos
contenedores limpios, de lineas claras, de
hermosas proporciones, con los mínimos elementos
que distraigan de la contemplación de las obras
de arte. Las salas de la planta superior permiten
tener iluminación cenital. Un generoso lucernario
central cubierto en su cara interior por una tela
tensada de una sola pieza introduce la luz natural
en estas salas. Este lucernario es técnicamente
de composición muy compleja para hacer frente a
los requerimientos tanto lumínicos como de
protección contra las inclemencias del tiempo.
Tiene dos capas de vidrio y entre ellas dos toldos
motorizados permiten graduar la entrada de luz.
Sobre los lucernarios, unas lamas de aluminio
impiden que el sol incida directamente sobre el
vidrio y son responsables de la imagen de las
cubiertas del museo.
Este cuerpo de
las salas de exposiciones temporales se manifiesta
al exterior como un muro ciego a la calle Postigo
de San Agustín, en la trasera del palacio. Su
contigüidad al ábside y a la torre de la iglesia
de San Agustín, le relacionan con la idea de un
edificio cerrado sobre sí mismo, palacio,
convento, etc, circunstancia muy presente en las
ciudades andaluzas por la existencia de
edificaciones alrededor del patio interior, como
es el propio palacio.
La
arqueología 
Por la nueva escalera que se construye entre
el palacio y el nuevo edificio se baja al sótano
del museo, en el que se exhiben los restos
arqueológicos encontrados en las excavaciones,
teniendo el protagonismo la muralla fenicia de la
ciudad, que nos marca el límite del primer
asentamiento de población que tuvo lugar al pie
del cercano cerro de la Alcazaba. Al amparo de
este monte, que la protegía de los vientos de
levante, se fue formando la población que por los
testimonios encontrados en las excavaciones se
rodeó de una muralla en el siglo VI adC. Bajo los
cimientos del museo aparecen las sucesivas
culturas que pasaron por la ciudad. El dominio del
Imperio Romano sobre todo el mediterráneo dejó
en Málaga un magnífico teatro, vecino próximo
del museo. Los vestigios de esta época aparecidos
en las excavaciones del palacio atestiguan la
existencia de una primera ocupación residencial
que se transformó después en una retícula de
piletas dedicadas a la fabricación de ‘garum’,
una salsa de pescado que se exportaba por el
Mediterráneo a todo el Imperio. Sobre el cerro en
cuya base se asienta el Teatro Romano la imponente
presencia de las murallas de la Alcazaba
atestiguan la dominación musulmana durante toda
la Edad Media, de la que ha dejado una profunda
impronta en el trazado de las calles en lo que fue
la medina que ahora es el centro histórico de la
ciudad.
Para dejar a la
vista los restos arqueológicos ha habido que
excavar por debajo de los cimientos del edificio
del palacio, lo que ha obligado a hacer una nueva
cimentación bajo ellos mediante una laboriosa
obra de ejecución de muros apoyados sobre
pilotes. Además, se eliminaron parte de los muros
que apoyaban directamente sobre los restos
arqueológicos para poder mostrar estos de forma
inteligible. Para ello hubo que diafanar parte de
estos muros en el sótano, recogiendo su carga en
grandes vigas que la transmiten al terreno por
medio de pilares. Se ha conseguido así la visión
de conjunto de una amplia parte de las murallas
que quedaban debajo del edificio del palacio.
Para la
circulación del público entre los muros fenicios
se proyecta un suelo de tablas soportado por una
estructura metálica ligera que a modo de
pasarelas discurre entre las ruinas sin tocarlas.
Bajo estas pasarelas se situan los conductos de
aire acondicionado y las instalaciones de
iluminación quedando así ocultos a la vista. El
sótano en general quedará en semipenumbra, con
la iluminación focalizando los muros antiguos. En
una vitrina se expondrán piezas de cerámica y
otros objetos hallados en las excavaciones.
En este mismo
espacio del sótano se deja a la vista una parte
de lo que fue el sótano primitivo del palacio
materializada en un suelo de piezas de barro, bajo
cuyo pavimento existían unas tinajas de gran
tamaño que servían para el almacenamiento de
comestibles y aceites. Lo expuesto en este sótano
no deberá quitar protagonismo al museo, y debe
entenderse no como una exposición más, sino como
una parte del edificio que lo contextualiza,
relacionando su historia con la de la ciudad.
El museo tiene
una relación excepcional con el Teatro Romano y
la Alcazaba musulmana. El espacio arbolado
existente entre estos, al que se asoman las nuevas
fachadas de las oficinas del museo flanqueando el
edificio conservado de la biblioteca, está
llamado a ser el centro de un área monumental de
excepcional importancia en la que puede
reconocerse toda la historia de la ciudad y que
debe tener un papel de primer orden en la
revitalización de su centro histórico.
Isabel
Cámara Guezala 
Rafael Martín Delgado
Arquitectos
Premios
del Colegio de Arquitectos de Málaga por
las siguientes obras:
Restauración
del Palacio del Obispo en 1992.
Restauración del Conjunto Monumental
Alcazaba-Gibralfaro en 2001.
Tienda de muebles Oboe en calle Hilera, 13
en 1997.
Casa Hermandad de los Estudiantes en calle
Alcazabilla en 2001.
Algunos
premios obtenidos en concursos:
Ciudad Deportiva de Carranque, en 1987,
primer premio y realización de las obras.
Diversos premios con adjudicación de las
obras de viviendas del Instituto Municipal
de la Vivienda desde el año 1997 hasta la
actualidad.
Restauración de la Casa del Consulado en
plaza de la Constitución, en 2002
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