Las
mujeres de Picasso
Luis
Mamerto López Tapia
SUR
Digital
Ocho
mujeres tuvieron una importancia fundamental en la
vida y en la obra de Picasso. Sus rostros, sus
almas están en muchos de los mejores cuadros del
artista.
SUR
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Las
guerras marcaron su vida y su pintura. La primera
guerra mundial, la guerra civil española, la
segunda guerra mundial. Su arte sobrevoló todos
los movimientos artísticos del siglo; el cubismo,
el surrealismo… y dejo una huella decisiva en
los artistas de las generaciones posteriores.
También los toros fueron inspiración fundamental
de su gigantesca obra. Y las mujeres.
Ocho de estas mujeres tuvieron una importancia
definitiva en su vida personal y en su obra. Sus
rostros, sus almas están en muchos de los mejores
cuadros del artista. Ocho historias de amor, a
veces confusas, dulces ,repetitivas, herméticas,
amargas, dramáticas….. Ocho historias de amor
que sustentaron su inspiración desde la vida
bohemia de Montmartre hasta su fructífera vejez.
El mismo lo dijo; «Para amar a algunas mujeres me
fue suficiente con unas horas, e incluso con unos
minutos.¡Es mucho mas largo y trabajoso el
desamor!».
«Soy Fernande Olivier. Su primera pareja. A
principios del siglo XX. Estuve con él siete
años de 1904 a 1911. Fui su compañera fiel en
los años de pobreza cuando él no era nadie, pero
no supe serlo en los años de prosperidad».
El
Bateau-Lavoir.
El poeta Max Jacob había bautizado como
Bateau-Lavoir aquella casa de los altos de
Montmartre, porque realmente se parecía a una de
las barcazas del Sena en que trabajan las
lavanderas. Era un ruidoso y desvencijado edificio
construido con maderas,cinc y sucios vidrios, del
que sobresalían las chimeneas de las estufas. El
caserón apenas tenía luz y solo disponía de una
fuente para todos los inquilinos. En verano un
verdadero horno; en invierno, un nevero. Allí
pasaría el pintor malagueño sus primeros cinco
años parisienses. Y fue allí donde encontró a
Fernande OIivier, la chica que había perdido a su
gato. Tenía su misma edad, 22 años, y unos
hermosos ojos verdes que enseguida atrajeron al
pintor. Bella, famosa entre los artistas por su
holgazanería, corpulenta, era también una
espléndida cocinera y tan buena administradora
que conseguiría alimentar a Picasso y a su amigos
con solo dos francos diarios. Nunca quiso aceptar
las proposiciones de matrimonio hechas por el
pintor. Picasso, ella y un numeroso grupo de
amigos -españoles muchos de ellos- vivían una
bohemia pobre, divertida y laboriosa, en una
extraña comunidad artística. Empezó a ser
conocido el grupo como ‘La Banda Picasso’.
Cerca de la chamarilería de Montmartre en la que
Picasso vendía, y también compraba cuadros,
estaba el circo Medrano. La familiaridad con sus
gentes fue un nuevo motivo de inspiración para el
incansable pintor, en la transición de su época
azul a la rosa. El personaje del arlequín se
convertiría en el principal protagonista de sus
cuadros. Payasos, acróbatas, caballos…. Todos
los pobladores de aquel mundillo autónomo,
convertidos en pintura, reflejan el sentimiento de
felicidad y de sosiego que Pablo Picasso había
encontrado en su amor por la bella Fernande. No se
cansaría de retratarla nunca, como a sus otras
mujeres. A pesar de las dificultades y estrecheces
de la vida cotidiana, su vida junto a aquella
mujer era un oasis de paz.
En lo alto de la colina de Montmartre, un barbudo,
Fredde, acababa de abrir un pequeño café llamado
‘Au Lapin Agile’. Muy pronto sería famoso
como centro de reunión de los artistas bohemios y
por los cuadros que colgaban de sus paredes,
entregados todos como pago de sus comidas y sus
copas. Allí, en un intermedio de las ‘Chansons
a boire’, tan habituales, Fernande le cantó a
Picasso.
«Esperaré
a que vengas
sobre los puentes de París,
o tal vez, comiendo cerezas
au Lapin Agile.
Pienso en tí
envuelto el corazón
en un pañuelo de seda.
Porque tienes estrellas
en las palabras.
Besas la escoba
de tus andanzas
en los cielos negros
en los atardeceres
en las cloacas.
Esperaré a que vengas.
En los puentes yo estaré
comiendo cerezas
Si quieres venir
Au Lapin Agile estaré.
Si quieres venir,
Au Lapin Agile
Te encontraré» (1)
En el
verano de 1909, Picasso no puede resistir por más
tiempo sus deseos de regresar a España.
Acompañado de Fernande y de sus bártulos de
trabajo, toma el tren para Horta de San Juan, un
pequeño pueblo de la provincia de Tarragona en
donde había estado ya once años antes con
Pallarés, otro pintor amigo. Antes de encerrarse
en el pueblo, se detuvo unos días en Barcelona
para presentar a Fernande a sus padres. Añoraba
aquellas colinas que se levantaban sobre el Ebro,
el sosiego del campo. Y deseaba también alejarse
del ruido de París para pintar en soledad.
Cuando Pablo Picasso al final de aquel verano,
regresó a París, después de sufrir las
murmuraciones de los vecinos por sus relaciones
con Fernande e incluso por la ‘rareza’ de sus
cuadros, llevaba en su equipaje unos cuantos
cuadros que eran ya el prólogo del cubismo.
Muchos de ellos eran sorprendentes retratos de su
inseparable compañera. Pero ya su relación
personal empezaba a marchitarse.
Picasso se estaba cansando de Fernande. Ya no
existía el hambre que les unió. El empezaba a
ser famoso. Y atravesaba una época en la que
quería retirarse de la vida bohemia y asentarse
con una chica atractiva y manejable. Aprovechó la
oportunidad que le dio Fernande, que tuvo una
aventura amorosa (casi por una apuesta) con un
joven pintor boloñés, Ubaldo Oppi, para comenzar
una estrategia para deshacerse de ella.
La oportunidad la encontró en una fiesta de ‘La
Banda Picasso’ a la que acudió una mujer nueva
que fascino a Picasso. Fernande venteó el peligro
pero ya era tarde. Picasso, en el colmo del
sarcasmo recitó a Fernande el famoso poema de
Ronsard. Era ya el final.
«Han de pasar los años y te volverás vieja
estarás sentada lejos del gran pintor
y al recordar de pronto las palabras de amor
que yo te estoy diciendo, recordarás mi queja
ya nadie habrá a tu lado en la tarde bermeja
nadie te escuchará ni verá ese temblor
que los ecos lejanos te traerán,
o el frescor de la noche que llega más allá de
la reja.
Tras el
tapial mohoso de un cementerio triste
En polvorienta sombra mi cadáver reposa
Mientras en soledad te encoges, dolorida,
Entonces lamentando el desdén que tuviste.
¡Vive!. Bésame ahora, no esperes otra cosa.
Recojamos hoy juntos las rosas de la vida»
Eva
Gouel. 1911-1915
«Soy Eva Gouel. Después de cuatro años
junto a Picasso, la muerte me arrancó de sus
brazos, en la primera guerra mundial. Dicen que
fui su gran amor».
En aquella fiesta de ‘La Banda Picasso’
ocurrió ademas un incidente que habría de unir a
Picasso con Eva. El pintor estaba presentando su
último cuadro, ya cubista. Mattisse se enfrentó
a Picasso por ese cuadro. Mattise dijo que aquello
parecía un ideograma tridimensional, pura
geometría y que el camino que abrieron los ‘fauvistas’
no era para terminar así. Cubos por todas partes.
Tantos siglos de historia para aprisionar la
pintura en un cubo distorsionado. Y terminó
preguntando si había alguien capaz de ver algo en
aquel cuadro. Eva respondió que era el retrato
del marchante Vollard. Todos los asistentes
entonces sí se dieron cuenta. Picasso respondió
primero a Matisse diciendo que él y Braque
estaban intentando la cuadratura del círculo,
atravesando la forma cerrada. Después se dirigió
a Eva y le preguntó cómo reconoció a Vollard.
Eva respondió que por que lo miraba con los ojos
entrecerrados. Aquella muchacha que sabía mirar
con los ojos entrecerrados sería la primera a la
que verdaderamente amó, según confesó más
tarde. O quizás a la única.
También Eva pertenecía al grupo de la bohemia de
París, pero era la antítesis de Fernande, aunque
fueron amigas. Menuda, tierna, dulce, muy bella.
Su rostro se oculta tal vez en muchos de los
cuadros cubistas de aquellos años. Picasso
sintió hacia ella, durante una relación que la
muerte cortó muy pronto, una pasión de
adolescente romántico. «La quiero muchísimo y
pondré su nombre en mis pinturas»; escribió a
un amigo. La llamó ‘Ma Jollie’ y ese nombre
figura en muchos de sus cuadros cubistas de
aquella época.
A poco de
conocer a Eva, a finales de la primavera de 1912,
Picasso decidió llevarla a Ceret, en donde poco
antes había estado con Fernande. Este pueblo
pirenáico, muy próximo a la frontera con España
era un nuevo escenario en el que se reunían
muchos de los miembros de ‘La Banda Picasso’.
Allí estaban pues, Max Jacob y Manolo Hugue, un
escultor que había participado con Picasso en el
grupo ‘Els cuatre Gats’ de Barcelona a finales
del siglo anterior. En Ceret poseía un caserón
del siglo XVIII Hamilton, un millonario
norteamericano, amigo de todos ellos y se lo
cedía para que trabajaran allí. El edificio,
rodeado de jardines y con habitaciones enormes,
sería pronto conocido como ‘La Casa de los
Cubistas’.
Y Eva también canto a Picasso:
«El poder de tus manos
se inicia en tu mirada
loco por tí..
loco por tí..
poeta de las líneas calladas
loco por tí.
El poder de tus manos
Acaricia mi espalda
Caigo hacia tí
Caigo hacia tí
Poeta del asombro y la llama
Caigo hacia tí.
Junto a tí el infinito
Me parece imposible
Yo no lo sé
Yo no lo sé»
«Las desnudas razones
que a mi cuerpo trasladas
los trozos que tu vida
dibuja a mis espaldas
las caricias que huyen apenas iniciadas..
Es tu voz y tu imagen
Despertando en mi aliento
Tú dibujas mis sueños». (2)
En Ceret estaba Pablo Picasso, con Eva durante
la primavera de 1913. Y tan ocupado y obsesionado
con su pintura, tan inquieto por la quebradiza
salud de Eva que, no encontró tiempo para acudir
al entierro de su padre, Jose Ruiz Blasco. El
profesor de dibujo que le había iniciado en su
arte desde su infancia malagueña murió en
Barcelona, muy cerca de donde trabajaba Picasso.
En realidad, desde 13 años antes, cuando el
pintor tenía 19, había vivido siempre muy
alejado de su familia.
Un año mas tarde estalla la I Guerra mundial.
Algunos de sus amigos, como Braque y Apollinaire
– a pesar de ser polaco – se alistan y se les
despide con fiestas y tristeza. Picasso no se
siente involucrado en el conflicto. Un cuadro suyo
se ha pagado en una subasta el doble de precio que
otro de Matisse. ‘La familia de Saltimbanquis’,
como se titula, proporciona a Picasso 11.500
francos y que el pintor sea sacado a hombros de la
sala. Empieza la riqueza, el torbellino de la
fama, la gloria. Pero aunque Picasso, envuelto en
polémicas y elogios es ya un hombre rico y
mundialmente conocido, no puede hurtarse al
ambiente bélico de París. Además, Eva está
gravemente enferma de cáncer y el cubismo en
declive. Picasso va a visitarla todos los días al
hospital.
Y es precisamente ahora, cuando Picasso en plena
desesperación va a conocer a otra mujer, viviendo
con ella un romance secreto. Gaby Depreye que más
tarde, una vez rota su relación con Picasso,
tomaría el apellido de su marido, Lespinasse, se
convierte en amante del pintor. Los dos tienen
mala conciencia por la enfermedad de Eva.
Gaby se parece mucho a Eva. Con una belleza
frágil, típica parisina, tiene además su misma
edad, 27 años. Finalmente, tras la muerte de Eva,
Gaby rechazaría la propuesta de matrimonio que le
hiciera Picasso, quizás por la falta de ética en
el comportamiento del pintor. No volverían a
verse hasta mediados de los años 50.
Eva muere en las Navidades de 1915. Sus manos ya
frías aprietan unas blancas cuartillas con los
últimos versos de Picasso.
«Se nos va escapando Eva
como agua turbia y desdichada
por la arena.
Dominante, recorre el espacio
veloz gacela, ojeras de plata azulada.
Es un ritual extraño de lapas y
coral.
Un arrullo de viento cobijado
en un pañuelo de seda.
Es una vagabunda con el corazón
de nácar, incontenible ira,
Medio gata medio bruja,
Asustada, malvada
Coleccionista de batallas.
Es una acróbata del miedo
Romántica con tiznazos de ámbar
en las rodillas.
Áspera como el arrullo de la brisa,
Noble, rancia, lejana…..» (1)
Olga
Koklova. 1917-1929
«Soy Olga Koklova. Soporté al genio con cariño
durante más de 12 años.Fui legalmente su primera
esposa y como a casi todas, me abandonó. Di a luz
a su primer hijo, Pablo».
En 1917 Picasso entró en contacto con el ballet
ruso de Diaghilev, muy conocido en toda Europa y
en Estados Unidos, ejemplo de modernidad y
originalidad. Allí fue donde encontró a Olga
Koklova, una de sus bailarinas cuando el grupo
actuaba en Roma. Esta mujer ambiciosa le haría
olvidar muy pronto a algunas amantes
circunstanciales como Irene Lagut y especialmente
a una mulata de la Martinica, que habían aliviado
su soledad y rápidamente tomaría la decisión de
casarse con el famoso y ya rico pintor español.
Olga se presentaba como de noble cuna, cosa que
sin duda debió influir en Picasso, e hija de un
general. Era bella, pero también muy ambiciosa,
intransigente, tozuda y triste. Así aparece en
los primeros retratos del pintor, algunos de los
cuales muestran la capacidad de éste para lo que
suele llamarse arte convencional y clasicista. Las
pinturas que le haría más tarde, cuando la vida
a su lado se convirtió en un infierno, son muy
distintas, de una terrible crueldad.
En un camerino del teatro, durante los ensayos del
ballet de Diaghilev, Olga se insinuó a Picasso,
abrió su escote y dijo. «Yo soy Olga Koklova, la
sobrina del Zar».
«Si vienes
esta noche
te contaré mil cosas
aunque no te las creas.
Que la diosa de Noviembre
gobierna en tu casa,
que las brujas
descansan tranquilas
en colchones de nieve.
Si vienes esta noche
te amare en silencio,
calentaré tus pies.
Si
vienes esta noche
te querré un poco más
de lo que esperabas.
Si
vienes esta noche
serás mi ZAR». (1)
El día 12 de julio de 1918 Olga y Picasso se
casaron en la Iglesia Ortodoxa Rusa de París.
Como testigos firmaron sus mejores amigos; Max
Jacob, Jean Cocteau y el poeta Apollinaire que
también se había casado dos meses antes. Max
Jacob comentó a Apollinaire que los rusos decían
que el primero que pise la alfombra después de
dar las tres vueltas al altar, dominará al otro.
Apollinaire se horrorizó pero ya era tarde para
advertir a Pablo. Olga, sabedora de la profecía,
naturalmente piso la primera.
Picasso como diseñador del vestuario, acompaño
al ballet en su gira por Europa. Allí donde se
presentaban surgía el escándalo. En Londres por
ejemplo, les prohibieron la actuación de un
bailaor tullido que taconeaba con los muñones de
sus rodillas. Picasso tuvo que idear un traje para
que un bailaor normal pareciera cojo y aprovechar
así la idea. Estas y otras vanguardias iban
preparando a la sociedad europea para la llegada
del surrealismo que habría de nacer poco m.as
tarde y también en París.
Después de haberse cambiado otra vez de casa,
ahora al centro de la ciudad, en una calle rica,
llena de anticuarios y marchantes, Picasso sigue
entusiasmado con la escena. Realiza decorados para
‘El Sombrero de tres picos’, de Falla; ‘Pulcinella’,
de Stravinsk; ‘Antigona’, de Cocteau y varios
más.
Continuamente viaja a la Costa Azul, recién
puesta de moda por Colette, con Olga y con su
primer hijo, Pablo, nacido en febrero de 1921. El
cubismo queda abandonado casi por entero y el
pintor crea retratos muy dulces y neoclásicos.
Pinturas llenas de vida y de luminosidad,
muchachas jugando en la playa, gente feliz. Los
largos veranos en la Costa Azul, cuyo paisaje y
vegetación le recordaban tanto a su Málaga natal
y la compañía del niño, alegran su vida y su
pintura y le alivian de los primeros roces con su
esposa rusa.
Ahora la nueva ‘Banda
Picasso’, sus nuevos amigos, no eran ya los
bohemios de Montmartre. Pero a Olga le molestaban
tanto como si lo fueran. Ella estaba obsesionada
por alternar con la alta sociedad parisiense, como
una nueva rica, mientras Picasso empezaba a
interesarse por el surrealismo y sus teorías
aplicadas a la pintura. A finales de los años 20,
Picasso , huyendo de las peleas con Olga pasea por
París. A la salida del metro de las Galerías
Lafayette, encuentra a una joven, la aborda
directamente y le dice que los dos van a hacer
grandes cosas juntos. La chica es Maria Teresa
Walter y tiene 17 años.
Marie-
Thérèse Walter. 1929-1936
«Soy Marie-Thérèse Walter. Cuando Picasso me
atrapó, yo tenía solo 17 años. Estuve siete con
él y le di una hija, Maya. Dicen que fui la más
sensual, cariñosa y dulce».
Picasso comenzó a pintar a Marie-Thérèse. Una
tarde lo hacia junto a Buñuel cuando casi le
sorprende Olga. Picasso ante Marie-Thérèse
posando desnuda explicó a Buñuel que una vez le
preguntaron a Renoir si la pintura nacía del
corazón o de la cabeza y que éste respondió:
«¡ De las pelotas!»
Picasso pues, había conocido a Marie-Thérèse
Walter en un momento en que sus relaciones con
Olga estaban ya rotas, aunque seguían casados y
viviendo juntos. La chica fue para él como un
soplo de aire fresco y limpio. Y ello se reflejó
en los cuadros. La pintura abandonó las
crispaciones del cubismo y el surrealismo mas duro
y se tornó sensual, redonda, tierna, erótica y
suave. Había vuelto la paz al corazón de Picasso
de la mano de aquella chiquilla.
Marie-Thérèse parece haber sido una mujer
admirable. Era suiza, rubia, saludable,
deportista, alegre y de trato muy suave.
Totalmente desinteresada y nada exigente. Enemiga
de los convencionalismos y afectuosa. Es decir,
todo lo contrario que Olga.
Picasso , con 50 años hubo de utilizar trucos
para ocultar a la sociedad su nueva relación.
Marie-Thérèse era menor de edad. Ese primer
verano estaba de monitora deportiva en un
campamento infantil. Picasso acudía por la noche
y se encontraban bajo la tienda de campaña.
También ocultó a Olga su nueva relación. Pocos
meses después de conocer a Marie-Thérèse, le
compró un apartamento cerca de su casa en la
calle La Boetie. Aprovechó los conocimientos que
ella tenía para conducir automóviles. La
disfrazó de chofer, de hombre-chofer y viajaba
con ella a todas partes Sólo estaban al tanto del
secreto algunos amigos íntimos, como el escultor
Julio González con el que trabajaba en el
castillo de Boisgeloup. había comprado aquel
pequeño ‘Chateau’ en 1931 y en el se
dedicaría preferentemente a la escultura, con
Marie-Thérèse como amante y modelo para la
historia.
Con el paso de los años, Picasso no conseguía
divorciarse de Olga. Tampoco deseaba separarse de
Marie-Thérèse con la que pretendía casarse. Se
le ocurrió urdir un nuevo plan. Parecido al que
había empleado en París. Envió por tren a
Marie-Thérèse, siempre tan discreta, hasta Jean
Les Pins en la Costa Azul y la reservó
habitación en un modesto hotel desde el que se
veía su palacete. Al mismo tiempo él viajaba
hasta allí en el coche Hispano Suiza, con el
verdadero chofer, su hijo Pablo y Olga. Como
siempre, necesitaba el contacto físico de aquella
joven; era la nueva fuente de inspiración para
sus obras.
Marie-Thérèse,
influida por aquel viaje, le escribió a Picasso
una canción.
«Mira por donde pasas Pablo Ruiz
a este nivel la vida se te cruza.
Maria Teresa es tu presa pero escapa de tu red
¡a ti con esas!.
Mira por donde andas Pablo Ruiz,
las cosas se te escapan de las manos
Una de dos , o aquí o allí
Como quieres viajar a la vez
De dos maneras.
Aunque no quieras tienes que elegir
andar sobre las piedras o en la arena.
Olga es la aristocracia de metal
que te ha atrapado.
¡a tí con esas!.
Tendrías que enterarte Pablo Ruiz
de quién te necesita y quién te quiere.
Una de dos , o aquí o allí
no se puede vivir a la vez de dos maneras.
Mira por donde vas
en nombre de tu libertad
Hoy quedas detenido
no se puede ser libre
y buen…marido». (2)
Es curioso constatar que Marie-Thérèse no
fue muy bien valorada por algunos biógrafos de
Picasso, especialmente por el mejor, Sir Roland
Penrose. Sin embargo, si fue bien tratada por
otro, el escritor Patrick O,Brian. Hay una
sutileza de éste que respeta mucho a Penrose y es
que cuando comenta el desprecio de éste por
Marie-Thérèse, es cuando únicamente O,Brian le
apea a Penrose del título de Sir. Está claro que
un hombre que habla mal de una mujer, no puede
llevar el titulo de Sir.
Parece ser que una de las frase atribuidas a
Picasso:
«Un hombre tiene siempre
la edad de la mujer que ama»
pertenece a esta época de la relación con
Marie-Thérèse.
El erotismo invade la pintura de Picasso esos
años. Y también su mentalidad. Se le atribuyen
frase como que el arte no es casto. Se debería
prohibir a los ignorantes e inocentes. Si es casto
no es arte. Y en una ocasión un historiador le
comentó que debía dar una conferencia sobre arte
y sexualidad y Picasso respondió que era lo
mismo.
Pero Picasso buscaba, necesitaba una vez más, el
cambio. Y empezó por Marie-Thérèse. Si había
luchado tanto por verse a escondidas con
Marie-Thérèse, ahora que ya la tenía en su
casa, le fatigaron muy pronto la vida hogareña,
los lloros de su hijita, la rutina cotidiana. Ni
ella ni Maya podían calmar sus angustias ante la
guerra civil española. Necesitado de paz, mandó
con su madre a aquella mujer que tanta devoción
le había tenido y, aunque siguió viéndola de
cuando en cuando, el regreso al ambiente bohemio
con sus amigos surrealistas, con Paul Eluard y su
nueva mujer, Nush, que había sustituido a Gala.
En una de sus tardes en los Cafés de Saint
Germain, Eluard le presentó a una muchacha de
pelo negro y hermosos ojos verdes. Lo hizo a
petición del propio Picasso, quien se interesó
por aquella joven de rostro delicado, serio e
intranquilo, iluminado por aquellos ojos.
Dora
Maar. 1935-1943
«Soy Dora Maar. Con Picasso viví ocho años
y fui testigo principal de la gestación de su
cuadro mas famoso: ‘El Guernica’. Dicen que
fui, de todas, la más inteligente».
Henriette Teodora Markovitch había nacido en
París en 1907. Hija de un arquitecto croata y de
una francesa, se trasladó a Buenos Aires a los
tres años de edad. Tuvo una adolescencia
privilegiada, tenis, playa, bailes y cruceros. De
nuevo en París, la joven conectó con los
surrealistas y la extrema izquierda. Fue amante
del escritor Bataille, una de las personas más
inteligentes de aquellos años y también del
cineasta Chavance.
Cuando Dora conoce a Picasso en el café ‘Les
deux Magots’, está jugando a pincharse los
dedos con una navajita, hasta hacerse sangre.
Picasso agarra sus manos y le dice que esa sangre
es tan hermosa como la de los toros en la plaza.
Picasso se presenta como poeta, le dice que los
toros son ángeles que llevan cuernos y le pide
que escuche sus versos. Dora sigue la ficción y
escucha.
«Vestido de
jardín
recogiendo limosnas en su plato de oro
vestido de jardín.
Aquí esta ya el torero
sangrando su alegría entre los pliegues de la
capa
y recortando estrellas con tijeras de rosas.
sacudiendo su cuerpo la arena del reloj
en el cuadrado que descarga en la plaza el arco
iris
que abanica la tarde del parto sin dolor
nace el toro
que es el alfiletero de los gritos».
Dora Maar protegió a Picasso durante todo el
proceso de creación del Guernica. Además fue el
testigo gráfico ya que fotografió todos los
bocetos. Dora era muy buena como fotógrafa. Su
error fue querer dedicarse a la pintura. ¡Al lado
de Picasso!
En plena creación del cuadro, Marie-Thérèse
Walter fue a visitar a Picasso. Dora no la dejó
pasar. Los gritos de la pelea de las dos mujeres
despertaron al pintor que les dijo que se quedaran
las dos o que se fueran las dos. Pero
Marie-Thérèse era ahora claramente la perdedora.
Su hija Maya explicaba porque Picasso dejo a su
madre por Dora Maar. «Todos necesitamos Sal
(Dora) y Azúcar (Marie-Thérèse)».
Para Picasso retratar a las mujeres era una forma
de seducirlas. Muchas se identificaron con sus
retratos y cuando dejó de hacerlos, todo se
acabó para ellas. Picasso no volvió a pintar a
Marie-Thérèse después de conocer a Dora.
Marie-Thérèse
Walter guardo recortes de las uñas y pelo de
Picasso durante muchos años, como pequeños
trozos del hombre que nunca poseyó del todo.
Maria Teresa fue una víctima del abandono de
Picasso y sin poder soportar su ausencia (muerto
ya Picasso, ésta era claramente definitiva) se
suicidó en 1977. Ella fue la primera, pero no la
única.
La relación de Picasso con Dora Maar fue menos
tranquila que la de Marie-Thérèse Walter. La
crispación de los retratos que le hizo no fue
solo por la angustia de la guerra civil. Esa era
una primera lectura. Pero había más. Había una
lucha de dos fuerzas casi igualadas y en esa lucha
perdió finalmente Dora. Sin embargo, el ‘Guernica’,
la ideología de izquierda, la rabia contra el
fascismo, primero en la guerra de España y
después en la ocupación alemana de París les
unió con fuerza. Dora jamás le decepcionó.
Junto a él se jugo la vida. El embajador nazi les
visitó un día para congraciarse con el famoso
pintor español. Ante una reproducción del
Guernica preguntó a Picasso. «¿Esto lo ha hecho
usted?» Y Picasso con sorna le respondió. «No,
eso lo han hecho ustedes. Si, ustedes».
Dora acabo perdiendo la razón. Cuando Picasso la
fue abandonando tras conocer a sus dos
siguientes amores, casi a la vez, Françoise Gilot
y su otro amor secreto, Genevieve Laporte, Dora
entró en un proceso de meditación y de
alucinaciones La mística se apoderó de ella. El
famoso psiquiatra Dr. Lacan y el amigo Paul Eluard
ayudaron a Dora y criticaron con dureza a Picasso
su egoísmo. Dora llegó años más tarde a
entrevistarse con Françoise Gilot y sus
demoledoras frases han pasado a la historia. «Sin
Picasso no hay nada. Después de Picasso, sólo
queda encontrarse con Dios».
Dora Maar murió en Parías a los 90 años de
edad, en el mes de julio de 1997.

Picasso
y Françoise
Gilot retratados por Robert Doisneau
|
Françoise
Gilot.- 1943-1952
«Soy Françoise Gilot. A Picasso le di dos
hijos, Claude y Paloma. Compartí mi vida con el
durante nueve años. Queriéndole con locura, fui
la única que le abandono».
En 1943, en plena resistencia francesa, cuando aun
se mantiene firme la relación con Dora, Picasso
conocerá a su nuevo amor. Françoise Gilot. Ella
le buscó, él la encontró. Picasso tiene 62
años. Françoise, 23. Sus brillantes ojos
castaños y su actitud inteligente y soñadora le
conferían una realidad bucólica. Pero también
muy terrenal y física. Además le interesaba la
pintura y tenía talento en este arte, cosa que no
hizo sino entusiasmar más a Picasso. Su nivel
social, de clase media alta, fue un atractivo más
para el pintor. Françoise tenía una abuela de
fuerte personalidad que ejercía una influencia
decisiva en la joven.
Françoise iba muchos días a dejarse pintar por
Picasso y a que éste la enseñara. En esa época
la situación sentimental de Picasso comienza a
ser caótica. Seguía con Dora pero también veía
clandestinamente a Marie-Thérèse Walter con la
excusa de visitar a su hija Maya. Y ahora, sin
buscar, encuentra a Françoise Gilot. Picasso no
era promiscuo sino monógamo y sus infidelidades
no fueron con mujeres distintas a sus parejas sino
con ellas mismas, a las que nunca renunció ó
quizás fueron ellas las que no quisieron o no
pudieron renunciar a él.
Como consecuencia de lo anterior quizás se puede
explicar la fijación de Picasso en sus cuadros,
sobre todo en sus grabados por la leyenda del
minotauro y su connotación poligámica y fálica.
Así se lo cuenta a Françoise Gilot en una de las
sesiones de pintura que siempre terminaban en una
relación sexual.
«Mira
Françoise;
Un Minotauro guarda a su lado a muchas mujeres
Y las trata siempre muy bien,
Pero reina sobre ellas por el terror.
Así que ellas terminan alegrandose de que este
muerto.
Un Minotauro no puede ser amado por sí mismo,
Eso cree él.
Le parece que eso es imposible.
Tiene cara de pensar que ella no puede amarle
Sencillamente porque es un monstruo».
Al
finalizar la II Guerra mundial, en el año 1945,
Picasso se llevó para una estancia prolongada en
la Costa Azul, a Françoise Gilot. Dora Maar
seguiría su propio camino, ahora en una casa
junto al Mediterráneo que el propio Picasso le
había regalado. Y cerca de él.
En La Costa Azul, en Antibes, Françoise
descubrió a Picasso el abandonado Palacio
Grimaldi, con el que Picasso llevaba años
soñando para instalarse allí a pintar. Durante
varios meses Picasso convirtió el viejo palacio
en su propio taller. A falta de telas compró
grandes planchas de madera y allí pintó todo el
espíritu del Mediterráneo. Ese mundo que llevaba
dentro, desde sus días infantiles en Málaga.
Aquel olvidado museo es hoy uno de los varios que
se llaman Museo Picasso. Allí pintaría ‘La
alegría de vivir’ y toda la serie de faunos.
Allí encontraría sentido a una de sus frases
más conocidas.
«Cuando se es joven
se es joven para siempre».
Françoise
fue ‘La mujer flor’. Picasso, cuando deseaba
verla comenzaba a pintar su retrato. A las pocas
horas aparecía Françoise. Picasso decía que era
como hacían los antiguos pobladores de las
cavernas. Pintaban un bisonte y enseguida este
aparecía y lo cazaban. Picasso no era dominante,
pero dominaba. No le importaba mandar, pero
mandaba...
Nunca quiso ser líder, pero lo fue. El gran error
de Françoise, como el de Dora, fue renunciar a la
pintura y vivir únicamente por y para Picasso. Le
dio dos hijos, Claude, nacido en 1947, y Paloma,
en 1949. Pero ya a principios de los años 50,
aquella joven empieza a superar el deslumbramiento
que había sentido por el genio y a sentirse a
disgusto a su lado.
Por otro lado acaba de aparecer en su vida, cuando
no le falta mucho al pintor para cumplir setenta
años, otro nuevo y extraño amor, no buscado sino
también encontrado. Sería una relación
clandestina, intermitente y misteriosa, más
duradera que otras muchas del mismo genero, ya que
se alargó durante casi diez años. Quizás no se
conocería hoy, si su protagonista, ‘La chica de
los miércoles’, no la hubiese contado en un
libro. Era Genevieve Laporte.
Françoise no le dio mucha importancia a esta
relación. Sus problemas eran otros. Deteriorada
ya su relación con Picasso, tiene que aguantar en
esos años en la Costa Azul la avalancha de los
que quieren saludar al genio. Y también en
París, donde los turistas iban a ver primero la
Torre Eiffel y luego querían verlo a el. Y en
primera fila los españoles, que quieren saludar
al símbolo viviente del arte antifranquista;
Cela, Alberti, los pintores de Málaga y tantos
otros. A mediados de los años 50 comienza esa
peregrinación que no cesaría nunca.
Los veranos en la villa de Picasso son un
verdadero caos. Además de amigos, curiosos y
aquellos que luchan por arrimarse a la gloria,
acuden también a visitarlo Marie-Thérèse con
Maya, incluso Olga alguna vez. Paulo, su hijo,
continúa siendo el chofer de la familia.
La agitación, la fama, el desdén del artista,
acabaron por desesperar a Françoise. Según
confesó con humor e ironía, no podía pasar el
resto de su vida al lado de un monumento
histórico…. Antes de que regresaran a París,
en 1953, ella buscó a unos amigos y le dijo a
Picasso que se marcharía para siempre de su lado.
El, furioso y herido en su orgullo, la echó
inmediatamente de casa.
Picasso, sólo en su estudio, se puso a dibujar a
Genevieve Laporte para conjurar su miedo y su
soledad. Como tantas veces había sucedido, a los
pocos días apareció aquella mujer, su amor
trashumante.
Genevieve
Laporte. 1944-1953
«Soy Genevieve Laporte. Entregué a Pablo
Picasso cuatro años de mi vida. Fui su amor
secreto».
Genevieve Laporte cuando tenía 16 años había
ido a verlo a su estudio en París para hacerle
una entrevista para el periódico del colegio.
Picasso la pide que vuelva y así comienzan las
visitas secretas que durarían años y serían un
motivo para que el artista pintase algunos cuadros
de gran sensualidad. El cómplice y confidente de
Picasso en su clandestina relación con Genevieve
fue su barbero, un exiliado español como el,
llamado Eugenio Arias. A él le entregaba los
dibujos que hacía de Genevieve para que se los
diera, a espaldas de Françoise. Con Arias,
Picasso comentaba habitualmente las corridas de la
plaza de toros de Nimes.Y es famosa su definición
de un domingo para un buen español.
«Comienza con la Misa.
Continua con la corrida de toros
Y termina en la casa de putas».
Picasso
siguió viendo a Genevieve Laporte aún después
del abandono de Françoise Gilot. La joven le daba
juventud. La necesitaba. Se llevaban más de 40
años de diferencia. Como muchos otros Picasso
pensaba que un hombre no deja de enamorarse cuando
envejece, sino que envejece cuando deja de
enamorarse. En la capilla de Vallauris en la Costa
Azul donde Picasso estaba pintando los murales de
la Guerra y la Paz, era habitualmente visitado por
Genevieve, esta vez con la complicidad de su hijo
Paulo.
Picasso, allí, pintó en las rodillas de
Genevieve dos rostros, uno de hombre y otro de
mujer. Genevieve conservó esas pinturas sin
bañarse hasta que se borraron solas. Por aquellos
días Picasso recibió una carta de Françoise que
le hizo reflexionar aunque no rectificar. Ella le
decía:
«Nunca podré ser más que sombra
nunca podre brillar dentro de tí
seré sólo un objeto en que posar tus manos
un cuerpo en el que el alma
esta lejos de tí.
Nunca
podre ser mas que tus pinceles
Ser obra de tus manos
Estar dentro de tí.
Sólo seré la sombra de un extraño
Que nunca quiso
Mirar dentro de mí». (2)
Lo mas que pudo responder Picasso a esta carta, lo
hizo con esta frase.
«Lo que he amado lo
haya retenido o no,
lo
amare siempre».
La relación de
Picasso con Genevieve se truncó finalmente por un
grave malentendido entre los dos. Paulo, el hijo
de Picasso le preguntó que por qué no le había
pedido que se fuera a vivir con él. Picasso no
supo responder claramente. Farfulló algo así
como que las mujeres que no amaba se pegaban a él
y las que amaba desaparecían. Que Genevieve iba y
venía,y jamás se quedaba. Esa conversación la
tuvieron en la carretera en un viaje de París a
la Costa Azul, poco antes de llegar a Vallauris en
donde pararon a desayunar en la pastelería de los
Ramie, eran los tios de una niña que él había
conocido casi veinte años antes, Jacqueline
Rocque. Ahora la niña tenia casi 30 años, era
divorciada y con una hija, Caterine Hutin.

Picasso
y Jacqueline vistos por André Villers. La
última mujer del artista permaneció
junto a él 18 años, hasta su muerte. Se
suicidó en 1986
|
Jacqueline
Rocque. 1955-1973
«Soy Jacqueline Rocque. Viví junto a Picasso
18 años. El murió en mis brazos. Me llamaron
enfermera, esclava y carcelera. Fui su mujer».
Picasso
dijo una vez que no se ama a Venus, sino a una
mujer. También dijo en sus últimos años,
incluso después de haber pintado la prodigiosa
serie ‘El pintor y su modelo’, que no se
había enamorado nunca. Sin embargo, una vez mas
se dejó vencer por otra mujer joven. Jacqueline
tenía entonces 27 años. La separaban de él, 47.
Casi medio siglo. Era menuda, más baja que
Picasso (l,50 cm) y Picasso 1,63 cm. Siempre
acicalada, rigurosa, abnegada y ciertamente estaba
dispuesta a convertirse en la secretaria,
mensajera, enfermera, amante, ama de llaves e
incluso esclava y carcelera del pintor. Cuando
éste acepto vivir con ella, anunció: «Has
entrado en sacerdocio. Me llamarás monseñor».Y
así fue. Jacqueline enjabonaba el cuerpo de Pablo
a la hora del baño, le contemplaba durante su
trabajo aunque cayera la madrugada y ella se
durmiera en la silla. Al igual que las anteriores
mujeres hizo de modelo una y otra vez.
Se casarían más tarde, en marzo de 1961, seis
años después de la muerte de Olga Koklova, la
primera esposa legal del pintor que nunca le dio
el divorcio y cuando él cumple los 80. Para
entonces habían vivido juntos siete años en ‘La
Californie’, una casa enorme situada en el monte
por encima de Cannes. Allí intentó Jacqueline,
incluso con excesivo celo, guardar al pintor del
calor de sus amigos y de la curiosidad de sus
admiradores. Ella justificó ese comportamiento
con las siguientes palabras.
«Yo te cuidaré
recogeré tus sueños;
repondré tus pinceles
prepararé el color.
Yo seré tu amante
Y tu princesa
Y haré que tu corazón
Pueda vivir en paz.
Yo rodearé
Tu cuerpo de ternura
Estaré en tu pintura
Me movere por tí.
Haré que el mundo
Venere tu figura
Y que tu luz
Inaugure el porvenir». (2)
Jacqueline
se suicidó el 15 de octubre de 1986 en Mougins,
en Notre Dame da Vie, la casa de la Costa Azul en
la que había vivido los últimos años, con y sin
Picasso. Algunos biógrafos identifican este
suicidio con el ritual de las viudas hindúes que
se arrojan a la pira junto al cadáver de su
marido. Parece más convincente otra versión.
Después de superar los problemas de la herencia y
todo lo que le hicieron sufrir los herederos del
pintor, fundamentalmente por el comportamiento de
ella en el entierro de Picasso, prohibiéndoles la
asistencia, se quedó tranquila, pero le faltaba
un hombre y ese hombre existía. Se llamaba
Frederic Rosiff, el cineasta autor de ‘Morir en
Madrid’ y del largometraje documental ‘Pablo
Picasso, pintor’, gran amigo de Picasso y por su
calvicie muy parecido al pintor. Pero Rosiff no la
hizo caso y se fue con otra mujer
Y
Jacqueline eso ya no lo pudo superar.
EPíLOGO
En octubre
de 1961, el pueblo de Vallauris organiza la fiesta
más grande de su historia en homenaje a Pablo
Picasso, que cumple 80 años. Según el decía, su
centenario. Llegaron más de cuatro mil invitados
de todo el mundo y más de seis mil curiosos. A
media tarde se le ofrecía una corrida de toros en
la que se mataría a los animales a la manera
española y a pesar de la prohibición francesa
para aquella localidad. Picasso concedió el honor
a Françoise Gilot para que, vestida de corto y a
caballo, según la tradición, pidiera las llaves
de la plaza. Estaba tan radiante que Picasso se
emocionó al verla. Pero no podía volver atrás
el tiempo… A su lado permanecía Jacqueline, su
seguridad, su fiel guardiana. También habían
acudido junto a él Marie-Thérèse Walter con
Maya, que vivían en la Costa Azul. Y los otros
tres hijos, Paulo, Claude, Paloma. E incluso sus
nietos, Pablito y Marina. Y porque no, quizás
estuviera Dora Maar, fotografiándolo todo. Y
también Genevieve Laporte.
Hubo feria por la noche y todo el pueblo estuvo
allí. Los fuegos artificiales eran dignos de un
emperador… Picasso cantó y bailó con todos
hasta el amanecer. Solamente su amigo Andre
Malraux, ministro de Cultura, le puso de mal humor
durante unos minutos, cuando le propuso por
enésima vez que se hiciera ciudadano francés.
¡Precisamente durante una corrida de toros, la
más duradera de las pasiones españolas de
Picasso! Picasso le respondió. «Nací en Málaga
y aprendí a pintar en La Coruña, en Barcelona,
en Madrid. Y pinté Guernica. Nunca podré ser
francés. Suelen decir que un exiliado español es
una persona que lo ha perdido todo menos el
acento. Pero yo no reniego de mi patria. A pesar
de que ahora mi patria reniegue de mi obra e
incluso de mi mismo. Nunca podre ser francés».
Y así lo definió el poeta Gabriel Celaya.
«Español sin remedio,
español en la tierra
el cielo y el infierno».
ACOTACIONES.
1. Poema –Canción de Rosa Cossio para la
obra de teatro con libreto original
de Luis Mamerto López-Tapia, ‘PICASSO, EL
MUSICAL’.
2. Poema-canción de Emilio Porta para la obra
de teatro con libreto original de Luis Mamerto
López-Tapia ‘PICASSO , EL MUSICAL’.
Luis
Mamerto López Tapia
Cineasta
Malagueño,
autor de la película de
largometraje ‘Picasso ocho
historias de amor’, premiada en
el World Film Festival de Houston
de 1995 entre 4.100 películas
seleccionadas. Posee quizás, la
tercera biblioteca de Andalucía
sobre Picasso con casi 200
volumenes . Es autor de una obra
de teatro musical sobre Picasso y
del proyecto para creación de un
centro de Documentación
audiovisual sobre el pintor. Es
miembro fundador de la Academia
Malagueña de Ciencias y
Humanidades. |
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