El
toro en las artes y Picasso
José
María Garzón Rubio
SUR
Digital
En el
fondo de todas las religiones primitivas está la
representación artística del toro, símbolo de
la tierra madre y del cielo padre. Picasso
representará al toro a lo largo de todas sus
épocas

'Picasso
con montera'
Fotografía de André Villers. Después
de sus estudios de fotografía, Villers
conoce a Picasso en 1953, de quien
hará numerosos retratos en sus distintos
talleres y de quién se hará amigo
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En 1923,
Pablo Ruiz Picasso dijo «Para mí, en el arte, no
hay pasado ni futuro. Si una obra de arte no puede
vivir siempre no debe ser considerada
absolutamente como tal. El arte griego, egipcio o
el de los grandes artistas que vivieron en otras
épocas, no es un arte del pasado, sino que
quizás esté más vivo hoy que antes».Esto es el
caso de la representación artística del toro;
animal que está en el fondo de todas las
religiones primitivas, símbolo de la tierra de la
madre, y del cielo del padre, que Picasso, como
otros muchos artistas representarían al
cornúpeta a lo largo de las distintas épocas
históricas-artísticas, mitificándolo y al mismo
tiempo mitificándose.
La influencia del toro en el universal pintor
malagueño, comenzó con el torero José
Delgado-Illo, más bien conocido como 'Pepe-IIllo'
quien murió el 11 de mayo de 1801, en la plaza de
toros de Madrid, a consecuencia de una cornada que
le infirió el toro llamado 'Barbudo', de la
ganadería de don José Gabriel Rodríguez de
Peñaranda de Braca Monte, autor del libro 'La
tauromaquia. El arte de torear'. La leyenda de
aquel torero Pepe-Illo, inspiraría al genial
malagueño a que hiciese sus primeros aguafuertes
sobre los toros. Sin embargo, los primeros inicios
de la existencia del toro en la historia del
hombre los encontramos representados en las
pinturas rupestres de las cuevas de Lascaux, al
sudoeste de Francia, y en las cuevas de Altamira,
al norte de España. Estas primeras
representaciones artísticas del hombre expresando
su visión del toro hace más de 5.000 años,
constituyen una apreciación artística –quizás
respetuosa– por un animal noble y fuerte, el
cual tenía que ser eliminado por el hombre, ya
que éste concebía al toro en dos perspectivas
diferentes. Mientras el toro en sus diferentes
variedades era primordialmente un animal grande,
fuerte, salvaje, libre, errante, no sujeto a
disciplina humana, el hombre primitivo creyó ver
en él a un ser peligroso que le disputaba el
dominio del mundo; por lo tanto, al concebir al
toro como enemigo no le quedaba otra alternativa
que la eliminación física o simulada de su
oponente, cazándolo o capturándolo, y ello,
originó una lucha trágica y despiadada, un
continúo medir de fuerzas el uno en contra del
otro.
En el
período Neolítico (5.900 A. C.) y en la cultura
de Cotal Hüyük, en la región de Anatolia,
encontramos en los santuarios cabezas de toros, no
solamente en las paredes de los mismos, sino en
bancos y asientos, para proteger a sus habitantes
del mal. Si regresamos a la Edad de Bronce
español, aunque con muy poca escultura en la
misma en las Islas Baleares nos ofrecen algunos
preciosos ejemplares de gran interés como en el
caso de la cabeza de toro de Costitx, fundida en
bronce, que revela una técnica artística y un
dominio técnico de la fundición de una escultura
megalítica que nos lega construcciones muy
originales, haciéndonos pensar en las alabanzas a
dicho animal.
Durante el Imperio Sirio (720 A. C.) el cornúpeta
fue representado en la escultura de piedra caliza
‘Khorsabad’, simbolizando al hombre con alas y
cabeza de toro.
Otra representación artística de este animal, la
observamos en la Antigua Mesopotámia, en la
puerta de Ishtar, entrada principal a la capital
que gobernaba Nabudoconosor (606–562 A. C.),
puerta construida en honor a la diosa babilónica
del amor y la guerra. Los muros de las torres que
la flanqueaban, estaban cubiertos con ladrillos
vidriados azules, con relieves amarillos y
blancos, decorados con dragones y toros, éstos
últimos, símbolos de Acad, dios del relámpago.
Durante el Imperio Persa, en la ciudad de Susa,
también podemos ver en el palacio de Artaxerxes
II, capiteles representando al toro.
Animal
sagrado
En Egipto, a partir del período Neolítico,
el toro y la vaca comenzaron a recibir un culto
local íntimamente emparentado con las ideas de
fecundidad y fertilidad propia de una población
rural. Pero después, este mismo culto fue
incorporado a la teología solar y celeste. La
vaca se convirtió en el animal sagrado: Hator,
Nut, Isis y Nefthis; también los tres dios-toros:
Apis, Mneuis y Bukhis. Apis el más famoso de
todos se distinguía por su potencia generatriz.
Este toro-dios apareció en la primera dinastía,
y fue venerado en el templo de Ptah, en Memfis.
En Mesopotámica, también encontramos un culto al
toro, siendo éste apreciado particularmente por
su poder físico, por su potencia muscular y por
su mugido. En el caso de Marduk, '’Toro Negro
del abismo'. Aru, dios supremo desde la época
sumeria tuvo como animal sagrado a un toro
celeste. En Persia, donde toda la mitología
estaba basada en dos principios que se enfrentaban
entre sí. Ormuz como el principio del Bien y de
la Luz, y Arhiman como el principio del Mal y
Príncipe de las Tinieblas; oímos en un antiguo
mito persa, como Ormuz, después de haber creado
la luz, creó a un toro, en cuyo cuerpo se
encontraban todos los gérmenes de la vida
orgánica. Pero Arhiman invadió con sus fuerzas a
Ormuz, atacándole furiosamente y produciéndole
la muerte. Ormuz extrajo de la paletilla derecha
del toro (Abudad) a Kaiomorts, el primer hombre,
quien fue también asesinado por Arriman.
Entonces, Ormuz decidió extraer de la paletilla
izquierda a Gocharum, el alma del toro, la cual
estaba destinada a ser la base de toda la
generación zoológica, ya que de su esperma
purificado produjo Ormuz dos toros, macho y
hembra, de los que salieron 272 especies de
animales. De las astas del toro salieron los
árboles; de su rabo, los cereales; de su nariz,
las legumbres; y de su sangre, las uvas. Al
mezclarse la sangre de Kaiomorts con la tierra
formó un árbol Heom, que después de una
década, sacó diez ramas, las cuales formaron las
diez primeras parejas del planeta.
En Creta unos 3.000 años A. C. se dio un
verdadero culto al toro. Este culto consistía en
burlar la fuerza del animal por medio de la
habilidad e inteligencia humana. Estas prácticas,
se utilizaron como deporte y rito religioso como
podemos observar en el Toro del palacio de Knossos
(1.500 A. C.) conocido como 'El Toreador'.
El toro desempeñó un importante papel en las
religiones antiguas, especialmente en las que
florecieron en la región del Mediterráneo y sus
proximidades. El toro no sólamente fue víctima
para el sacrificio, sino también, como objeto de
culto llegó a ser venerado o adorado como
encarnación o símbolo de un dios, y en otras
ocasiones como animal venerado por sí mismo. Fue
el toro Ibérico, el descendiente del Urus
germánico el que sería representado por el
genial malagueño en sus varias facetas
artísticas.
Picasso
y los toros
En el mundo de la tauromaquia, el tema
principal para Picasso es la corrida de toros, ya
que en ella se manifiesta la dualidad que comporta
la oposición entre la luz y la sombra, el bien y
el mal, lo masculino y lo femenino. La pareja
toro-caballo, se convierte en el símbolo de las
relaciones humanas: las del verdugo y de la
víctima, el amor y el erotismo, la violencia y la
crueldad.
Picasso, en 1896, comenzó a dedicar dibujos
monográficos de corridas de toros a su madre, los
cuales, contenían por un lado, los dibujos
realizados en La Coruña, fruto de los recuerdos
de su infancia en Málaga, y los de Barcelona,
dibujos impregnados en una técnica que los
asimilaba a los grabados de Francisco de Goya.
También, durante las décadas de los años veinte
y treinta, el artista malagueño exploraba el
aspecto mítico e irracional de la historia
antigua, y fue durante aquella época, cuando
encontrándose con su propia existencia en una
continua lucha entre la realidad–conciencia e
irrealidad–subconciencia, surgió en Picasso, el
mito del minotauro como símbolo del subconsciente
más negativo en la existencia del artista
malagueño. Picasso retornaba una vez más, hacia
la imagen respetuosa del toro, ahora, transformado
en minotauro.
En 1930,
el artista malagueño hizo treinta grabados
ilustrando la ‘Metamorfosis’, de Ovidi, y en
1931, realizó una serie de cien grabados de
héroes para la mino-tauromaquia, grabados que
forman la ‘Swite de Vollard’. Amor, crueldad y
enigma se encuentran en el minotauro. En 'El
Guernica', el toro es el símbolo de la brutalidad
y de las tinieblas a las que había sido sometido
el pueblo español durante aquella destrucción en
nuestra Guerra Civil de 1936-1939. En cuanto a la
originalidad de sus imágenes, éstas poseen una
lógica interior, o al menos, una pureza poética,
existiendo una continua realidad cíclica en
Picasso que es, la del regresar a un mundo de
armonía después de haber creado un mundo
totalmente de horror y desorden. Es ahora, cuando
el mismo Picasso se mitifica y al mismo tiempo se
simboliza. 
También, el
artista malagueño expresó en una serie de
bodegones la presencia del toro. Para enero de
1939, el artista estaba personalmente aún más
envulcrado en los acontecimientos de la Guerra
Civil Española. Su madre, de 83 años de edad
fallecía en Barcelona, el 13 de enero, y la
Ciudad Condal caería bajo el control de las
fuerzas franquistas el 26 del mismo mes. Tres
días después, Picasso pintaría el cuadro de
naturaleza muerta 'Cráneo de toro, fruta y
jarrón', en el cual, la cabeza del cornúpeta
simboliza la guerra amenazando a España.
El otro lienzo, 'Naturaleza muerta con cráneo de
toro', es donde el artista muestra una expresiva
reacción tras el fallecimiento del escultor y
amigo Julio González en 1942. Por lo tanto, el
mito, el símbolo de la imagen del toro estuvo
siempre en Picasso y con Picasso, como también la
contemplamos durante su escultura metálica al
crear la cabeza de toro con dos trozos de
materiales totalmente distintos y opuestos; el
hierro, y el cuero, símbolos a su vez, de dos
fuerzas opuestas; la flexibilidad del cuero, junto
a la rigidez del metal.
Picasso hizo un balance, una gran revisión de
toda la historia de la pintura y arquitectura
sobre el cornúpeta antes de ofrecernos una nueva
visión de las formas expresivas del animal, no
solamente en sus aguafuertes, bodegones,
cerámicas, dibujos, grabados y lienzos, sino
también, en sus esculturas.
Al genial
artista malagueño se le pueden asimilar todas las
características que hemos visto a lo largo de la
historia entre el toro y el hombre. Picasso
también fue un gran luchador durante toda su
vida. Fue noble, fuerte e inclusive salvaje, quien
no se quedaba sujeto a las disciplinas humanas.
Fue un relámpago con su propio arte y con su
propia vida. Fue fecundo y fértil, con un
extraordinario poder físico y mental, el cual,
hizo que el artista malagueño siempre estuviese
en una continua confrontación entre él y el
Todopoderoso. Picasso fue un constante y
energético evolucionista de formas y expresiones,
y es el artista más venerado en la historia del
arte del siglo XX.
El monstruo de la pintura moderna, el malacitano
pintor Pablo Ruiz Picasso, al mismo tiempo que
avanzaba en su arte, él estaba explorando nuestro
pasado. En cierta ocasión dijo: «Los toros son
ángeles que llevan alas». Efectivamente, Picasso
llevó alas, una veces las de Lucifer, y otras,
las de San Gabriel...
José
María Garzón Rubio
Filólogo
Catedrático de Filología
Hispana y crítico de arte. Culver
Military Academies Culver,
Indiana, Estados Unidos |
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