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Los cimientos de una victoria
El baloncesto malagueño encierra más de medio siglo de historia. Ademar, CD Málaga, El Palo, Caja de Ronda y Maristas ilustran la trayectoria de una ilusión

JUAN CANO
 

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SUBCAMPEÓN. Junto a estas líneas, Imbroda y el equipo que rozó el título en 1995; arriba, varios protagonistas como Miller, Ansley o Alfonso Reyes. / SUR. ARCHIVO

Dicen que no hay grandes historias sin grandes finales. El Unicaja tenía esa deuda pendiente; primero, con los que creyeron en el ‘nuevo juego’ (así se conocía al baloncesto en los años 40) y apostaron por él; segundo, con una ciudad que soñó un día con un triple de Ansley del que aún no había despertado; y tercero, con la afición, el sexto hombre que convierte al Unicaja en mucho más que un club. Anoche, el equipo saldó cuentas con la historia.

Para encontrar los cimientos de este deporte en la Costa del Sol hay que situarse en el ecuador del extinto siglo XX. El baloncesto comienza a desarrollarse en Málaga tras la Guerra Civil, cuando un grupo de jugadores –encabezados por Gómez Téllez, Álvaro Martín o Manuel Aceña– practican el ‘nuevo juego’ en el Colegio Maristas, el primer albero malagueño donde se gestó este deporte.

Empezaron a surgir los primeros equipos, como el Mercado de Mayoristas o el Sindicatos de Frutos, allá por los años 50, cuando el Trofeo de Fiestas de Invierno, pionero en el mundo de la canasta, se erigió como el torneo de referencia.
El siguiente salto cualitativo se produjo a finales de los 50 con la llegada de Meliveo, Corrales, Queipo de Llano, Bonilla , Portillo y Vida. El Ademar, entrenado por Manuel Jato, es el primer equipo malagueño que compite de forma regular fuera de sus fronteras, dentro de la liga regional, en el Trofeo Gonzalo Aguirre. El paso de este equipo es efímero, pero sienta las bases para que nazca el Club Deportivo Málaga en los albores de los 60. Alfonso Queipo de Llano, Bonilla o Meliveo son algunos de los jugadores que pelearon con el equipo almeriense del Hesperia, el Castillo Radio de Granada o el Peritos de Jaén en la temporada 63-64.
Los malagueños dominaron la categoría andaluza durante cuatro años seguidos, y consiguieron fichar a Ramón Guardiola antes de que recalase en el Real Madrid, lo que convirtió al jugador granadino en el primer foráneo que jugaba en un equipo en la provincia. Así las cosas, el C. D. Málaga ascendió a la nueva Segunda División la temporada 68-69.

El CD Málaga se consolida

A pesar de no hacer una gran campaña, el C. D. Málaga se consolidó como uno de los conjuntos punteros. Corrales era el anotador de un equipo que estrenaba la pista de La Rosaleda, con luz eléctrica incluso, en un torneo triangular al que acudieron el Lanjarón de Granada y el Real Madrid.
Años más tarde, el C. D. Málaga desapareció. Los nombres fueron cambiando con el paso de los años. La escalada de este deporte en Málaga prosiguió con El Palo –con los apellidos Renault, Ymca, Guadaljaire o Miraflores–, y siempre con Queipo de Llano al frente.

El primer extranjero llegó con el Ymca. Robert Lowe recaló en Málaga a un precio más que asequible: gratis. Al año siguiente, ya con el Guadaljaire, llegó un norteamericano, Houston Breelove. Tras numerosísimos encuentros y desplazamientos por todo el país en una furgoneta, el ascenso se consumó y el Miraflores regresó a Segunda División. No obstante, el equipo descendió sólo un año después y dejó un vacío en el baloncesto malagueño que no se llenó hasta la llegada del Caja de Ronda de la mano de José María Martín Urbano.

Alfonso Queipo de Llano mantuvo el pulso en su propósito de que Málaga no abandonase la elite de este deporte. A Martín Urbano, entrenador y colaborador directo de éste, se le ocurrió llamar a la puerta de la entidad de ahorro, que había requerido su ayuda para organizar un torneo. Paco Moreno era un funcionario con bastante proyección en la Caja de Ronda y que organizaba una serie de ligas internas de fútbol, por lo que Urbano pensó en él como el hombre clave para sacar adelante el baloncesto malagueño. La idea sedujo a Moreno, que hizo lo propio y la trasladó a los altos dirigentes de la entidad, a los que le unían vínculos familiares.

Nace la S. D. Caja de Ronda

De las palabras se pasó a los hechos. Se creó la S. D. Caja de Ronda. Había nacido un club pionero en el baloncesto español por su financiación, soportada por una entidad de ahorro. La Caja de Ronda entró también en el balonmano, y al cabo de unos años ambos equipos subieron de Tercera a Primera División. La estructura que alcanzó el club fue de tal magnitud que el Rey entregó a Juan de la Rosa el máximo galardón que se puede conceder a un club deportivo: la Copa Stadium. El modelo adoptado por el Caja de Ronda consiguió tal consistencia que más tarde fue copiado por otras entidades de ahorro (Cajamadrid, Cajabilbao, CAI, Caja Guipúzcoa...), que apoyaron decididamente a numerosos clubes de baloncesto.

La S. D. Caja de Ronda diseñó un nuevo proyecto deportivo cuando el equipo estaba en la categoría de plata. Se le encomendó a Damián Caneda, un ex alero que dominó la categoría de plata en su época de jugador, y gran conocedor de la capital de la Costa del Sol, donde se licenció en Económicas. El equipo malagueño afrontaba el reto de competir en Primera División B con la esperanza de lograr el ascenso y encaramarse a la máxima categoría del baloncesto español.
Así las cosas, el joven pero ambicioso Caja de Ronda no estaba dispuesto a aguar la fiesta a los miles de aficionados que abarrotaban el pabellón del Tiro de Pichón (después de aquel mítico triangular frente al Real Madrid en el anexo iluminado de La Rosaleda, no se repitió durante años semejante aforo).

El ‘alma’ del Caja de Ronda era un jovencísimo Carlos Cabezas (padre), todo un despliegue de sabiduría y facultades ofensivas en la cancha. Pepe Logroño y José María Ferrer se disponían como inaccesibles tiradores; Paco García, un hombre alto que se dejaba la piel en la brega bajo los aros, y Serratacó, el clásico pívot que conjugaba su enorme tamaño con la falta de recursos técnicos, se presentaban como el techo del equipo. Salva Gallar, Rafa Pozo, Luiso Díaz y Diego Gómez componían la remesa de la cantera junto a Paco Alonso (hoy entrenador ayudante de Maljkovic), un jugador natural de Zamora y malagueño de adopción. El cuadro de Damián Caneda se completaba con Emilio Osuna, la aportación coriana a un equipo que derrochaba alegría en sus partidos. Para el recuerdo, el inolvidable encuentro en el que el Caja de Ronda se impuso a un equipo ‘de colegio’ que jugaba un baloncesto de universidad: La Salle de Barcelona.

Debut en la elite

El codiciado ascenso a Primera División no vino unido a la continuidad del técnico que lo logró. Damián Caneda abandonó el club al final de la Liga regular y fue sustituido por Ramón Guardiola -ayudante de Lolo Sainz en el Real Madrid- quien se hizo cargo del Caja de Ronda en la temporada 81-82. Las aspiraciones de Juan José Pastor Dobado, presidente de la Sociedad Deportiva Caja de Ronda, le hicieron recurrir a los servicios de Guardiola, así como de algunos jugadores de primer nivel que engalanasen un proyecto que no había de quedarse en aguas poco profundas. Junto al entrenador granadino desembarcaron en Málaga nada más y nada menos que un base internacional, el jugador de Hospitalet Miguel López Abril, y el pívot vasco Luis Mari Prada, que recalaba en la capital malagueña tras militar varias temporadas en el Real Madrid. Ángel Navarro vino con la etiqueta de jugador rodado y con experiencia. El capítulo de los fichajes lo cerró Ron Charles, un norteamericano con una credencial importante al llegar a Málaga, ya que había ganado el anillo de la Liga Universitaria estadounidense (NCAA) con Michigan State, donde fue compañero de un tal Magic Johnson.

El debut del conjunto ‘cajista’ en la máxima categoría hacía presagiar que la nueva aventura emprendida por Pastor llegaría a buen puerto. Y así fue, aunque sólo fuera el espejismo de un efímero sobresaliente de la primera temporada.
La severidad y la férrea disciplina que Guardiola impuso al Caja de Ronda se vio reflejada en un décimo puesto al final de la liga regular, lo que constituyó una auténtica hazaña para un ‘principiante’ de la categoría. Los malagueños cosecharon grandes triunfos -se impusieron al Zaragoza Skol por 81 a 79 en un vibrante encuentro- a lo largo de una temporada en la que llegaron a estar entre los cinco mejores. La única nota negativa de aquella puesta en escena de los ‘cajistas’ fue la eliminación de la Copa del Rey por parte de La Salle, ‘pecata minuta’ para un recién ascendido en la categoría. La temporada 82-83 se abría con las mismas expectativas con que se cerraba la anterior: mantenerse en la elite del baloncesto español. Guardiola seguía al mando del equipo a pesar de las dudas que se cernían sobre su continuidad. La falta de confianza del club que dirigía personalmente Francisco Moreno estaba motivada por la poca capacidad que demostraba el técnico granadino para soportar la presión de la competición. Por ello, el club decidió confiar la dirección del equipo al tándem formado por José María Martín Urbano, ayudante de Guardiola en la primera temporada en Primera División, y el técnico granadino. La pareja de entrenadores andaluces fue bautizada por los jugadores de la plantilla con el nombre de ‘Guardia-Urbano’, pero fueron destituidos ante los primeros visos de crisis en el equipo.

La directiva contrató a Moncho Monsalve, y se hizo con varios refuerzos en la plantilla. El primero en llegar al Caja de Ronda fue el canario Pedro Febles, un gran jugador que acababa de salir de una grave lesión de rodilla. Después vino Emilio Nicolau, proveniente del Zaragoza, que trataría de apoyar al equipo en el rebote. Herminio San Epifanio (Epi I) llegó con una minuta de tres millones y medio de pesetas, el contrato más caro que habían firmado los ‘cajistas’ por un jugador nacional. El fichaje extranjero fue John Stroud, un alero que disponía de unos porcentajes de tiro espectaculares. Esa temporada surgió Jaime Solsona, un pívot de 2,08 metros que se perfiló como el jugador-promesa del Caja de Ronda, pero que nunca terminó de cuajar. La temporada terminó con el conjunto malagueño en puestos de descenso, pero una ampliación impidió que perdiera su puesto entre los grandes. Para el recuerdo, el triunfo frente al Joventut Fichet, que puso en pie a los aficionados en un impresionante encuentro.

Nace la ACB

La campaña 83-84 se presentó llena de cambios. Nació la ACB, que trataba de dejar atrás el sistema de todos contra todos en busca de una fórmula que acrecentase el interés. Se permitió la contratación de extranjeros, se dispuso la creación de grupos -par e impar- para que los mejores jugasen la segunda fase en la A-1 y los peores en la A-2. El Caja de Ronda seguía al mando de Monsalve, un entrenador que conocía a la perfección el mercado norteamericano, donde contrató a Caldwell, un alero portentoso físicamente que comenzó en Málaga una extensa andadura profesional por Europa, y Roland Houston. El capítulo de fichajes se completaba con el internacional Gonzalo Sagi-Vela, que venía del Joventut; Martín de Francisco, del Miñón de Valladolid entrenado por Pesquera, y Antonio Márquez, una apuesta de futuro del equipo ‘cajista’.

Tras jugar en el grupo impar, el Caja Ronda pasó por el A-2 sin más pena que gloria y fue eliminado en la primera eliminatoria de la lucha por el título por el OAR Ferrol, ocupando el décimo puesto. Sin embargo, fue en esa campaña cuando se vivió el primer escándalo arbitral en Ciudad Jardín. Los ‘cajistas’ perdieron un partido con el Licor 43 tras varias prórrogas. En la última de ellas surgió la polémica cuando Álvaro Herrera –uno de los árbitros del encuentro- llamó al centro de la pista al mesa malagueño Eduardo Martín para advertirle que no le complicara la vida. Esta acción fue mal interpretada por el público, que pensó que el anotador había perjudicado al equipo de casa, ya que la última canasta de los locales fue anulada. Todo se resolvió con una placa para Martín y el rechazo generalizado a la acción del colegiado.

Llega Pinedo

La temporada 84-85 trajo consigo cambio de entrenador y refuerzos en la plantilla. Ignacio Pinedo llegaba al Caja de Ronda tras haber conseguido un gran prestigio a nivel nacional al mando de la selección junior. Caldwell se convirtió en el nuevo ídolo del público malagueño y renovó por un año más. El club se hizo con los servicios del joven pívot Jeff Cross, recién salido de la universidad, que no cumplió con las expectativas. Entre los nacionales, las llegadas del alero albaceteño Germán González y Quique Villalobos, un jugador que ya había entrenado con Pinedo, sembraron la esperanza entre la afición. A pesar del buen comienzo en el grupo par, el Caja de Ronda fue apartado de la A-1 en su visita a Valladolid en el último suspiro por 84 a 83. Ya en la A-2, los ‘cajistas’ se vinieron abajo. Destituyeron a Pinedo y se hizo cargo del equipo su ayudante, Martín Urbano, pero el Caja Ronda no fue capaz de evitar el descenso frente al Cajamadrid en una dramática eliminatoria que fue resuelta por los de Alcalá de Henares en sólo dos partidos.

Dos años en Primera B fueron un duro suplicio para el Caja de Ronda. En la primera temporada se confió el ascenso a la veteranía de Germán, Nicolau y Martín de Francisco, y se incorporó a Mike Schultz como fichaje estrella. No fue suficiente. El Oximesa de Granada apartó a los ‘cajistas’ del preciado botín y hubo que esperar un año más. La segunda intentona no podía fallar. Arturo Ortega fue el técnico elegido por el club para llevar al equipo a la ACB. Se permitieron dos extranjeros en Primera B, y el Caja de Ronda varió el talante algo más conservador de la anterior temporada para recurrir a jugadores jóvenes. Rafa Vecina entró en la plantilla con la vitola de ser el nuevo ídolo de la afición, junto a Miguel Ángel Abarca, ambos del Juventud. Todo un campeón de la NBA, Mark McNamara, y un explosivo alero, John Devereaux, llegaron para aportar calidad y experiencia al cuadro ‘cajista’. El primero sólo vino de visita a Málaga, y acabó siendo sustituido por Clyde Mayes en la recta final de la temporada. El ascenso se consumó en una emocionante última jornada en la que el Caja Ronda debía ganar en casa frente al Santa Coloma y, al mismo tiempo, que el Elosúa León venciera al BBV de Collado-Villalba. La radio se convirtió en protagonista de un agónico ascenso que terminó por hacerse realidad. En la retina de algunos quedarán impresos los primeros duelos con el competitivo Ecoahorro Maristas de Javier Imbroda, que propiciaron los primeros llenos en Ciudad Jardín y en el pabellón del colegio.

Temporada nefasta

La siguiente temporada no resultó todo lo halagüeña que cabía esperar. Ortega no actuó con el criterio que se le suponía y erró en los fichajes de Gary Plummer y, sobre todo, Anthony Wayne Teachey, un auténtico fracaso. El Caja de Ronda no ganaba partidos y el cambio del banquillo se hizo obligado. Martín Urbano, el eterno segundo entrenador ‘cajista’, se hizo cargo de un equipo a la deriva en octubre de 1987 y empezó venciendo en su visita a Granollers. Era una situación provisional hasta que el club se hizo con los servicios de Zoran Slavnic, un genio del baloncesto a priori que no dejó en Málaga ningún destello de brillantez.
Paco Alonso tiró con todas sus fuerzas de un equipo que salvó milagrosamente la categoría ante el TDK Manresa al remontar –por primera vez en la historia de la ACB- un 2-0 en contra. Mientras, el dúo de los Smith seguía haciendo disfrutar a los aficionados de un Maristas que se hacía con un puesto en la ACB por una ampliación de la misma. El Caja de Ronda se opuso al ascenso del Mayoral Maristas por considerarlo contraproducente para Málaga, pero los conflictos quedaron resueltos con la confirmación de ambos equipos en la máxima categoría del baloncesto español.

El proyecto Pesquera


El nuevo proyecto venía encabezado por un técnico que había logrado un gran prestigio en Valladolid. Un todavía desconocido Joe Arlauckas llegó a Málaga junto a otro mito de la NBA que venía del Tracer Milán, Rickey Brown. Los refuerzos nacionales fueron los aleros Luis Blanco y Pepe Palacios, y el base Fede Ramiro. El Caja de Ronda hizo historia esa temporada con el meticuloso baloncesto que impuso Pesquera a su llegada a Málaga. Las eliminaciones a manos del CAI Zaragoza en la primera eliminatoria de la lucha por el título de Liga y en la primera participación ‘cajista’ en la Copa del Rey sólo fueron meras anécdotas ante la consecución del quinto puesto.

La excelente temporada de los ‘cajistas’ se vio premiada por la primera participación de un equipo andaluz en la Copa Korac. Por su parte, Mayoral-Maristas salvó su debut en la elite con un meritorio decimoquinto puesto que le aseguraba la permanencia, pero no fue capaz de derrotar al Caja de Ronda en ninguno de sus enfrentamientos (108-98 y 87-95).

La temporada 89-90 no se caracterizó por los grandes fichajes. El base malagueño Sánchez Pastor y el gaditano Antonio Benítez fueron los únicos refuerzos del equipo. El Caja de Ronda pagó la novatada de la competición europea y fue eliminado en la Copa Korac a las primeras de cambio, frente al conjunto belga del Trane Castors de Braine L’Alleud. La otra cara de la moneda fue la brillante reválida del quinto puesto con un quinteto inicial que hacía las delicias de Ciudad Jardín: Fede Ramiro, Luis Blanco, Rafa Vecina, Joe Arlauckas y Rickey Brown. Hasta el temido Real Madrid de Fernando Martín rindió pleitesía en sendas visitas a Málaga, cayendo derrotado por 80-73 y 94-78 frente a un equipo que funcionaba a las mil maravillas.

El Mayoral-Maristas seguía creciendo a un ritmo de vértigo comandado por un tal Ignacio Rodríguez y con los Smith como directores de orquesta. El equipo que llenaba el pabellón de Maristas ahora hacía lo propio en el de Carranque, aunque su hazaña más recordada la llevó a cabo en su visita a Ciudad Jardín: 78-83. Los jugadores que entrenaba Imbroda concluyeron la campaña en el decimotercer puesto.

La temporada 90-91 supuso el final de la etapa Pesquera y las postrimerías de una etapa de esplendor del Caja de Ronda. La Copa Korac volvió a ser una mera anécdota, ya que el Charlottenbourg venció a los ‘cajistas’ en los dos encuentros de la primera eliminatoria (88-77 y 68-74). Martín Urbano regresó al equipo e introdujo a un Mike Smith que no quiso Pesquera en calidad de extranjero. El enfrentamiento entre club y técnico por el ‘asunto Smith’ terminó con la trayectoria del entrenador leonés en Málaga, después de meses de duelo público entre ambas partes. El Caja de Ronda salvó nuevamente los muebles y estuvo a punto de hacer historia al forzar la prórroga en su visita a Madrid en el primer partido de la eliminatoria (95-83). El cuadro malagueño terminó ocupando el décimo puesto.
Al año siguiente nace Unicaja. La fusión de diferentes entidades de ahorro andaluzas trajo consigo cambios de nombre y de directivos en el club. Paco Moreno abandonó la secretaría general y fue sustituido por Jesús Morata y Raimundo Trespalacios, como presidente y vicepresidente, respectivamente. El club renovó a Martín Urbano por dos temporadas más como técnico del Unicaja, pero al final sólo se quedó en una. La campaña 91-92 se caracterizó por las derrotas en el último segundo –el Unicaja llegó a perder en seis ocasiones con triples in extremis-, a pesar del gran papel que desempeñó Tijonenko en su primera temporada en Málaga.

Curro Ávalos, Dani Romero y Gabi Ruiz ya se habían incorporado a la plantilla. La tranquilidad no llegó hasta la última jornada, cuando Unicaja doblegó al Collado-Villalba y se aseguró la permanencia.

En el otro equipo malagueño se produjo un desfile constante de extranjeros. La salida de Mike Smith del Mayoral-Maristas dejó un vacío difícil de llenar, a pesar de que Dyron Nix y Michael Ansley –los que terminaron la campaña después de cuatro extranjeros descartados (Rautins, Gallagher, Kennedy y Tolbert)- hicieron todo lo posible. La permanencia llegó en el último partido frente al Coren Orense, pero no vino a paliar la profunda crisis económica de la entidad.

El gris horizonte al que tenía que enfrentarse Maristas hizo que los directivos del club llamasen a la puerta vecina en busca de buen cobijo. La respuesta del Unicaja se haría de esperar hasta que, después de un verano intenso y lleno de secretas negociaciones, el club ‘cajista’ se convirtiera en sociedad anónima deportiva. La temporada 92-93 se presentaba como la primera campaña en la que todo el baloncesto malagueño sería uno solo. Mayoral y Maristas desaparecieron de la ACB a todos los efectos. La plaza que ocupaba el equipo reportó 400 millones de pesetas que vinieron a cubrir parte de las deudas que atosigaban a los dirigentes del Maristas y, además, sirvieron para participar con un 40% del capital social en la nueva sociedad: Baloncesto Málaga SAD.

Al frente de la plantilla y bajo el nombre de Unicaja-Mayoral, se quedó un ‘reciclado’ trío del antiguo Maristas: Javier Imbroda como primer entrenador, acompañado por Pedro Ramírez y Juanma Rodríguez. En el capítulo de los extranjeros -la 92-93 fue la primera temporada con tres foráneos en la ACB-, Tony Massenburg, Chris King y Michael Ansley formaron el trío de los ‘cajistas’. Junto a ellos, el plantel nacional estaba compuesto por Joaquín Ruiz Lorente, Ignacio Rodríguez, Antonio Benítez, Antonio Medianero, Jordi Grau, Gabi Ruiz, Manel Bosch, Fernando Mateo y Gabriel Campos. El proceso de ‘unión-absorción-nuevo club’ no estuvo bien entendido desde el principio, por lo que la temporada concluyó con la sensación de que todo el camino estaba aún por recorrer. El Unicaja fue noveno tras ser apartado de Europa por un Coren Orense que comandaba André Turner. La falta de profesionalidad de algunos jugadores -Ansley llegó diez minutos antes del comienzo al partido más importante de la temporada- dejaba entrever el clima de un equipo que todavía se estaba haciendo.
Al año siguiente, la firma Polti entró como segundo patrocinador en el club. Mayoral se retiró del baloncesto y el equipo pasó a denominarse Unicaja-Polti. Imbroda se hizo con los servicios de Piculín Ortiz, Claude Riley y Samir Avdic, y contrató a Alfonso Reyes como refuerzo nacional. El décimo puesto al final de la Liga vino a refrendar un juego poco vistoso del Unicaja, que a
su favor sólo dejó una eliminación en cuartos de final de la Copa del Rey. Eso sí, frente al F. C. Barcelona.

El triple de Ansley... casi campeón

Y así se hizo la historia que dio a luz al glorioso Unicaja de la temporada 94-95. Imbroda seguía al frente de los Ávalos, Romero, Guillén, Ruiz, Ansley, Babkov, Serrano, Rodríguez, Reyes, Miller y Bosch que darían la primera gran alegría al baloncesto malagueño. La historia de la canasta, siempre tapiada para los andaluces, pareció abrirse paso aquel año a un cinco inicial que aún queda impreso en la memoria de los aficionados malagueño que disfrutaron con la espectacular fase final del Unicaja.

El proyecto diseñado por Juanma Rodríguez al frente de la dirección deportiva del club fue asumido con seriedad y responsabilidad por una plantilla en la que hasta la polémica anterior de Michael Ansley quedó para el olvido. El ala-pívot estadounidense se integró perfectamente en la plantilla y trabajó incansablemente para que el equipo alcanzara la gloria. Y el Unicaja la rozó con la punta de los dedos, pero se desvaneció en el último instante. El camino hacia el título fue espinoso, pero el Unicaja supo deshacerse de sus rivales y llegar a la final con el mínimo desgaste. Primero fue el Estudiantes el que cayó en dos partidos (83-80 y 79-67) en los cuartos de final. En semifinales, el TDK Manresa probó la misma medicina que los madrileños y sucumbió al poderío de los ‘cajistas’ en tres encuentros (80-62 y 87-79, en Málaga, y 72-89, en Manresa). Llegaba el Barcelona... La final más emocionante que ha vivido la ACB en los últimos años ha sido, sin duda, la protagonizada por el Unicaja y el club catalán. El Barcelona contaba con el factor campo -de no ser así, algo podría haber cambiado-, pero los ‘cajistas’ llegaron con la inyección de moral que suponía haber alcanzado por primera vez en su historia la final de la máxima categoría del baloncesto español. Así las cosas, el Palau Blaugrana se vistió de gala para recibir a un Unicaja humilde, pero que debutaba en la final con unas estadísticas de susto -no perdió ni un solo partido de los ‘play-off’ por el título-. Y la amenaza acabó consumándose por un claro 77 a 84 a favor de los visitantes. Primer asalto: K.O. técnico. El Unicaja llegó con crédito a Barcelona, mientras que el conjunto blaugrana venía de pelear con el Real Madrid en una dura semifinal a cinco partidos.

Todo apuntaba a que la dura afrenta a que se habían visto sometidos los barcelonistas ante su público debía ser vengada. Pero el Unicaja, lejos de jugar apocado ante el ‘Goliat’ herido, salió decidido a tumbar de nuevo al gigante... y a punto estuvo. Un 93-92 a favor de los locales no es todo lo gráfico que fue tener la Liga en las manos y perderla en los últimos segundos. La igualdad en el cómputo general no reflejaba el tono de ambos equipos. El concierto del Unicaja ‘sonaba’ mucho mejor que el del Barcelona, que se vio superado nuevamente en su visita a la Costa del Sol. Un solo punto dirimió de nuevo la victoria de la derrota, pero en esta ocasión la balanza se quedó del lado malagueño. La eliminatoria se decantaba momentáneamente a favor de la revelación de la Liga por dos partidos a uno. Y, más aún, la oportunidad de sentenciar en casa. La moral del Unicaja se vio catapultada gracias a una afición que vibró en cada uno de los dos partidos que tuvieron la suerte de disfrutar, pero con dispar desenlace. El segundo partido en tierras malagueñas se presentaba como la verdadera final. El Unicaja se podía alzar con su primer título de Liga contra, ahí es nada, el F. C. Barcelona. Sin embargo, un desafortunado triple de Michael Ansley en el último segundo cuando los ‘cajistas’ se hallaban dos puntos por debajo del Barcelona se llevó consigo todas las esperanzas de la afición. Ciudad Jardín se incorporó al unísono para abandonar la fiesta y enfrentarse a la posibilidad de ser campeones de
Liga... pero perdieron. El conjunto blaugrana se llevaba un luchado empate que dejaba las cosas francas para que, en otro partido intenso, el Barcelona finiquitase el título de Liga. El subcampeonato no siempre sabe a derrota, máxime cuando Unicaja fue el primer equipo distinto de Real Madrid, Barcelona y Joventut en disputar una final por el título de Liga. Además, el segundo puesto trajo consigo la clasificación para la máxima competición europea y el broche de oro a una temporada que hizo vibrar a la afición.

Decepciones

La campaña 95-96 arrancaba con la esperanza de repetir la hazaña de la anterior temporada. El Unicaja tuvo el título de Liga a vista de pájaro, por lo que la empresa ya no se presentaba como un sueño inalcanzable. El club confió en la plantilla del subcampeonato, registrándose como única baja la de Manel Bosch, que fichó por el Barcelona. Con la moral por las nubes y la credencial
de equipo a batir, los ‘cajistas’ se enfrentaron a una campaña agridulce, en la que se ganó un partido más que el año anterior. El Unicaja acabó pagando la novatada de su recién estrenada Liga Europea y llegó a los ‘play-off’ con un desgaste añadido. El TDK Manresa no perdonó, y los ‘cajistas’ se despertaron súbitamente del sueño en el que aún continuaban inmersos. La Copa del Rey comenzaba a señalarse como la competición maldita del Unicaja. En la temporada
95-96 cayó estrepitosamente en la primera eliminatoria frente al anfitrión, el C. B. Murcia.

La lección de humildad del año anterior pareció haberse aprendido en la entidad malagueña. Un Michael Ansley venido a menos fue sustituido por Deon Thomas, que llegaba al Unicaja con la responsabilidad de hacer olvidar al ‘héroe’ del subcampeonato. Junto a él llegaron un joven Nacho Biota y Tomás Jofresa, una de las perlas de la cantera de la ‘Penya’. La liga regular no fue todo lo regular que, a tenor de los refuerzos, podría pensarse. El Unicaja entró en los ‘play-off’ en la octava posición con más pena que gloria, y le tocó el premio gordo: el Barcelona. La sed de venganza sobre el ‘eterno rival’ daban pie a cualquier pronóstico sobre el resultado final. Y en honor a la verdad, el Unicaja enmendó la irregular temporada en una más que notable eliminatoria a cinco partidos que se decantó del lado del equipo blaugrana. La participación en la Copa Korac marcó un sendero inédito hasta aquel entonces, ya que llegó hasta los cuartos de final, donde el Unicaja perdió con un equipo polaco, el Mazowszanka.

La campaña 97-98 se caracterizó por los cambios en la plantilla. Alfonso Reyes recaló en el Racing París, comandado por el actual entrenador del Unicaja, Bozidar Maljkovic. Kenny Miller hizo lo propio y se marchó a Turquía, pero con un billete de ida y vuelta: antes del final de la temporada regresó a Málaga.

El club ‘cajista’ fichó a dos nuevos americanos, Jamie Feick y Lou Roe, para acompañar a Sergei Babkov en la terna de extranjeros permitida por la ACB. Feick sólo jugó el primer partido frente al Barcelona, tras el cual decidió regresar a Estados Unidos. Finalmente, el Unicaja se hizo con el comunitario Jens Uwe Gordon. Cuando la plantilla parecía estar configurada, Tomás Jofresa se marchó en diciembre al Covirán de Granada y, en enero, Roe y Gordon dieron positivo por cannabis en un control antidopaje, por lo que fueron apartados del equipo. David Wood llegó a la Costa del Sol para reforzar a un equipo que había quedado ‘tocado’ por las bajas. A pesar de los cambios de última hora, el Unicaja respondió bien en el tramo final de Liga y alcanzó una merecida octava plaza, lo que le permitió disputar una agónica eliminatoria frente al TAU en la que Babkov cayó lesionado. La última posición en la lucha por el título no contentaba a una afición que iba haciéndose más exigente.

La temporada 98-99 se presentaba como la transición entre un proyecto ya caduco y la actual etapa del club malagueño. Dos pilares fundamentales de la historia reciente de los ‘cajistas’, Javier Imbroda y Nacho Rodríguez, dejaron el equipo. Pedro Ramírez, ayudante del técnico melillense, se hizo cargo del conjunto para afrontar un año de especulaciones y expectación. Llegaron a Málaga cinco jugadores nuevos: Juan Antonio Orenga, Ernesto Serrano, Giancarlo Marcaccini y los campeones de la Liga ACB, Jesús Lázaro y Bryan Sallier. La campaña no consiguió enderezarse a pesar de los remiendos de urgencia que se fueron aplicando -Pablo Laso llegó en sustitución de Manolo Pérez a falta de cuatro jornadas para el final de Liga-, y el Unicaja terminó fuera de los ‘play-off’, llegando a contabilizar ocho derrotas consecutivas.

Los seis años siguientes han supuesto la etapa más dorada de un club que se asentó sobre unos cimientos firmes. Primero fue la Copa Korac (2000-2001), luego la Copa del Rey (2004-2005) y, el miércoles, la Liga ACB (2005-2006). Pero esa historia ya la conocen...

 

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