Los
cimientos de una victoria
El baloncesto malagueño encierra más de medio
siglo de historia. Ademar, CD Málaga, El Palo,
Caja de Ronda y Maristas ilustran la trayectoria
de una ilusión
JUAN CANO
SUBCAMPEÓN. Junto a estas
líneas, Imbroda y el equipo que rozó el
título en 1995; arriba, varios
protagonistas como Miller, Ansley o
Alfonso Reyes. / SUR. ARCHIVO |
Dicen que no hay grandes historias sin grandes
finales. El Unicaja tenía esa deuda pendiente;
primero, con los que creyeron en el ‘nuevo
juego’ (así se conocía al baloncesto en los años
40) y apostaron por él; segundo, con una ciudad
que soñó un día con un triple de Ansley del que
aún no había despertado; y tercero, con la
afición, el sexto hombre que convierte al
Unicaja en mucho más que un club. Anoche, el
equipo saldó cuentas con la historia.
Para encontrar los cimientos de este deporte en
la Costa del Sol hay que situarse en el ecuador
del extinto siglo XX. El baloncesto comienza a
desarrollarse en Málaga tras la Guerra Civil,
cuando un grupo de jugadores –encabezados por
Gómez Téllez, Álvaro Martín o Manuel Aceña–
practican el ‘nuevo juego’ en el Colegio
Maristas, el primer albero malagueño donde se
gestó este deporte.
Empezaron a surgir los primeros equipos, como el
Mercado de Mayoristas o el Sindicatos de Frutos,
allá por los años 50, cuando el Trofeo de
Fiestas de Invierno, pionero en el mundo de la
canasta, se erigió como el torneo de referencia.
El siguiente salto cualitativo se produjo a
finales de los 50 con la llegada de Meliveo,
Corrales, Queipo de Llano, Bonilla , Portillo y
Vida. El Ademar, entrenado por Manuel Jato, es
el primer equipo malagueño que compite de forma
regular fuera de sus fronteras, dentro de la
liga regional, en el Trofeo Gonzalo Aguirre. El
paso de este equipo es efímero, pero sienta las
bases para que nazca el Club Deportivo Málaga en
los albores de los 60. Alfonso Queipo de Llano,
Bonilla o Meliveo son algunos de los jugadores
que pelearon con el equipo almeriense del
Hesperia, el Castillo Radio de Granada o el
Peritos de Jaén en la temporada 63-64.
Los malagueños dominaron la categoría andaluza
durante cuatro años seguidos, y consiguieron
fichar a Ramón Guardiola antes de que recalase
en el Real Madrid, lo que convirtió al jugador
granadino en el primer foráneo que jugaba en un
equipo en la provincia. Así las cosas, el C. D.
Málaga ascendió a la nueva Segunda División la
temporada 68-69.
El CD Málaga se consolida
A pesar de no hacer una gran campaña, el C. D.
Málaga se consolidó como uno de los conjuntos
punteros. Corrales era el anotador de un equipo
que estrenaba la pista de La Rosaleda, con luz
eléctrica incluso, en un torneo triangular al
que acudieron el Lanjarón de Granada y el Real
Madrid.
Años más tarde, el C. D. Málaga desapareció. Los
nombres fueron cambiando con el paso de los
años. La escalada de este deporte en Málaga
prosiguió con El Palo –con los apellidos
Renault, Ymca, Guadaljaire o Miraflores–, y
siempre con Queipo de Llano al frente.
El primer extranjero llegó con el Ymca. Robert
Lowe recaló en Málaga a un precio más que
asequible: gratis. Al año siguiente, ya con el
Guadaljaire, llegó un norteamericano, Houston
Breelove. Tras numerosísimos encuentros y
desplazamientos por todo el país en una
furgoneta, el ascenso se consumó y el Miraflores
regresó a Segunda División. No obstante, el
equipo descendió sólo un año después y dejó un
vacío en el baloncesto malagueño que no se llenó
hasta la llegada del Caja de Ronda de la mano de
José María Martín Urbano.
Alfonso Queipo de Llano mantuvo el pulso en su
propósito de que Málaga no abandonase la elite
de este deporte. A Martín Urbano, entrenador y
colaborador directo de éste, se le ocurrió
llamar a la puerta de la entidad de ahorro, que
había requerido su ayuda para organizar un
torneo. Paco Moreno era un funcionario con
bastante proyección en la Caja de Ronda y que
organizaba una serie de ligas internas de
fútbol, por lo que Urbano pensó en él como el
hombre clave para sacar adelante el baloncesto
malagueño. La idea sedujo a Moreno, que hizo lo
propio y la trasladó a los altos dirigentes de
la entidad, a los que le unían vínculos
familiares.
Nace la S. D. Caja de Ronda
De las palabras se pasó a los hechos. Se creó la
S. D. Caja de Ronda. Había nacido un club
pionero en el baloncesto español por su
financiación, soportada por una entidad de
ahorro. La Caja de Ronda entró también en el
balonmano, y al cabo de unos años ambos equipos
subieron de Tercera a Primera División. La
estructura que alcanzó el club fue de tal
magnitud que el Rey entregó a Juan de la Rosa el
máximo galardón que se puede conceder a un club
deportivo: la Copa Stadium. El modelo adoptado
por el Caja de Ronda consiguió tal consistencia
que más tarde fue copiado por otras entidades de
ahorro (Cajamadrid, Cajabilbao, CAI, Caja
Guipúzcoa...), que apoyaron decididamente a
numerosos clubes de baloncesto.
La S. D. Caja de Ronda diseñó un nuevo proyecto
deportivo cuando el equipo estaba en la
categoría de plata. Se le encomendó a Damián
Caneda, un ex alero que dominó la categoría de
plata en su época de jugador, y gran conocedor
de la capital de la Costa del Sol, donde se
licenció en Económicas. El equipo malagueño
afrontaba el reto de competir en Primera
División B con la esperanza de lograr el ascenso
y encaramarse a la máxima categoría del
baloncesto español.
Así las cosas, el joven pero ambicioso Caja de
Ronda no estaba dispuesto a aguar la fiesta a
los miles de aficionados que abarrotaban el
pabellón del Tiro de Pichón (después de aquel
mítico triangular frente al Real Madrid en el
anexo iluminado de La Rosaleda, no se repitió
durante años semejante aforo).
El ‘alma’ del Caja de Ronda era un jovencísimo
Carlos Cabezas (padre), todo un despliegue de
sabiduría y facultades ofensivas en la cancha.
Pepe Logroño y José María Ferrer se disponían
como inaccesibles tiradores; Paco García, un
hombre alto que se dejaba la piel en la brega
bajo los aros, y Serratacó, el clásico pívot que
conjugaba su enorme tamaño con la falta de
recursos técnicos, se presentaban como el techo
del equipo. Salva Gallar, Rafa Pozo, Luiso Díaz
y Diego Gómez componían la remesa de la cantera
junto a Paco Alonso (hoy entrenador ayudante de
Maljkovic), un jugador natural de Zamora y
malagueño de adopción. El cuadro de Damián
Caneda se completaba con Emilio Osuna, la
aportación coriana a un equipo que derrochaba
alegría en sus partidos. Para el recuerdo, el
inolvidable encuentro en el que el Caja de Ronda
se impuso a un equipo ‘de colegio’ que jugaba un
baloncesto de universidad: La Salle de
Barcelona.
Debut en la elite
El codiciado ascenso a Primera División no vino
unido a la continuidad del técnico que lo logró.
Damián Caneda abandonó el club al final de la
Liga regular y fue sustituido por Ramón
Guardiola -ayudante de Lolo Sainz en el Real
Madrid- quien se hizo cargo del Caja de Ronda en
la temporada 81-82. Las aspiraciones de Juan
José Pastor Dobado, presidente de la Sociedad
Deportiva Caja de Ronda, le hicieron recurrir a
los servicios de Guardiola, así como de algunos
jugadores de primer nivel que engalanasen un
proyecto que no había de quedarse en aguas poco
profundas. Junto al entrenador granadino
desembarcaron en Málaga nada más y nada menos
que un base internacional, el jugador de
Hospitalet Miguel López Abril, y el pívot vasco
Luis Mari Prada, que recalaba en la capital
malagueña tras militar varias temporadas en el
Real Madrid. Ángel Navarro vino con la etiqueta
de jugador rodado y con experiencia. El capítulo
de los fichajes lo cerró Ron Charles, un
norteamericano con una credencial importante al
llegar a Málaga, ya que había ganado el anillo
de la Liga Universitaria estadounidense (NCAA)
con Michigan State, donde fue compañero de un
tal Magic Johnson.
El debut del conjunto ‘cajista’ en la máxima
categoría hacía presagiar que la nueva aventura
emprendida por Pastor llegaría a buen puerto. Y
así fue, aunque sólo fuera el espejismo de un
efímero sobresaliente de la primera temporada.
La severidad y la férrea disciplina que
Guardiola impuso al Caja de Ronda se vio
reflejada en un décimo puesto al final de la
liga regular, lo que constituyó una auténtica
hazaña para un ‘principiante’ de la categoría.
Los malagueños cosecharon grandes triunfos -se
impusieron al Zaragoza Skol por 81 a 79 en un
vibrante encuentro- a lo largo de una temporada
en la que llegaron a estar entre los cinco
mejores. La única nota negativa de aquella
puesta en escena de los ‘cajistas’ fue la
eliminación de la Copa del Rey por parte de La
Salle, ‘pecata minuta’ para un recién ascendido
en la categoría. La temporada 82-83 se abría con
las mismas expectativas con que se cerraba la
anterior: mantenerse en la elite del baloncesto
español. Guardiola seguía al mando del equipo a
pesar de las dudas que se cernían sobre su
continuidad. La falta de confianza del club que
dirigía personalmente Francisco Moreno estaba
motivada por la poca capacidad que demostraba el
técnico granadino para soportar la presión de la
competición. Por ello, el club decidió confiar
la dirección del equipo al tándem formado por
José María Martín Urbano, ayudante de Guardiola
en la primera temporada en Primera División, y
el técnico granadino. La pareja de entrenadores
andaluces fue bautizada por los jugadores de la
plantilla con el nombre de ‘Guardia-Urbano’,
pero fueron destituidos ante los primeros visos
de crisis en el equipo.
La directiva contrató a Moncho Monsalve, y se
hizo con varios refuerzos en la plantilla. El
primero en llegar al Caja de Ronda fue el
canario Pedro Febles, un gran jugador que
acababa de salir de una grave lesión de rodilla.
Después vino Emilio Nicolau, proveniente del
Zaragoza, que trataría de apoyar al equipo en el
rebote. Herminio San Epifanio (Epi I) llegó con
una minuta de tres millones y medio de pesetas,
el contrato más caro que habían firmado los
‘cajistas’ por un jugador nacional. El fichaje
extranjero fue John Stroud, un alero que
disponía de unos porcentajes de tiro
espectaculares. Esa temporada surgió Jaime
Solsona, un pívot de 2,08 metros que se perfiló
como el jugador-promesa del Caja de Ronda, pero
que nunca terminó de cuajar. La temporada
terminó con el conjunto malagueño en puestos de
descenso, pero una ampliación impidió que
perdiera su puesto entre los grandes. Para el
recuerdo, el triunfo frente al Joventut Fichet,
que puso en pie a los aficionados en un
impresionante encuentro.
Nace la ACB
La campaña 83-84 se presentó llena de cambios.
Nació la ACB, que trataba de dejar atrás el
sistema de todos contra todos en busca de una
fórmula que acrecentase el interés. Se permitió
la contratación de extranjeros, se dispuso la
creación de grupos -par e impar- para que los
mejores jugasen la segunda fase en la A-1 y los
peores en la A-2. El Caja de Ronda seguía al
mando de Monsalve, un entrenador que conocía a
la perfección el mercado norteamericano, donde
contrató a Caldwell, un alero portentoso
físicamente que comenzó en Málaga una extensa
andadura profesional por Europa, y Roland
Houston. El capítulo de fichajes se completaba
con el internacional Gonzalo Sagi-Vela, que
venía del Joventut; Martín de Francisco, del
Miñón de Valladolid entrenado por Pesquera, y
Antonio Márquez, una apuesta de futuro del
equipo ‘cajista’.
Tras jugar en el grupo impar, el Caja Ronda pasó
por el A-2 sin más pena que gloria y fue
eliminado en la primera eliminatoria de la lucha
por el título por el OAR Ferrol, ocupando el
décimo puesto. Sin embargo, fue en esa campaña
cuando se vivió el primer escándalo arbitral en
Ciudad Jardín. Los ‘cajistas’ perdieron un
partido con el Licor 43 tras varias prórrogas.
En la última de ellas surgió la polémica cuando
Álvaro Herrera –uno de los árbitros del
encuentro- llamó al centro de la pista al mesa
malagueño Eduardo Martín para advertirle que no
le complicara la vida. Esta acción fue mal
interpretada por el público, que pensó que el
anotador había perjudicado al equipo de casa, ya
que la última canasta de los locales fue
anulada. Todo se resolvió con una placa para
Martín y el rechazo generalizado a la acción del
colegiado.
Llega Pinedo
La temporada 84-85 trajo consigo cambio de
entrenador y refuerzos en la plantilla. Ignacio
Pinedo llegaba al Caja de Ronda tras haber
conseguido un gran prestigio a nivel nacional al
mando de la selección junior. Caldwell se
convirtió en el nuevo ídolo del público
malagueño y renovó por un año más. El club se
hizo con los servicios del joven pívot Jeff
Cross, recién salido de la universidad, que no
cumplió con las expectativas. Entre los
nacionales, las llegadas del alero albaceteño
Germán González y Quique Villalobos, un jugador
que ya había entrenado con Pinedo, sembraron la
esperanza entre la afición. A pesar del buen
comienzo en el grupo par, el Caja de Ronda fue
apartado de la A-1 en su visita a Valladolid en
el último suspiro por 84 a 83. Ya en la A-2, los
‘cajistas’ se vinieron abajo. Destituyeron a
Pinedo y se hizo cargo del equipo su ayudante,
Martín Urbano, pero el Caja Ronda no fue capaz
de evitar el descenso frente al Cajamadrid en
una dramática eliminatoria que fue resuelta por
los de Alcalá de Henares en sólo dos partidos.
Dos años en Primera B fueron un duro suplicio
para el Caja de Ronda. En la primera temporada
se confió el ascenso a la veteranía de Germán,
Nicolau y Martín de Francisco, y se incorporó a
Mike Schultz como fichaje estrella. No fue
suficiente. El Oximesa de Granada apartó a los
‘cajistas’ del preciado botín y hubo que esperar
un año más. La segunda intentona no podía
fallar. Arturo Ortega fue el técnico elegido por
el club para llevar al equipo a la ACB. Se
permitieron dos extranjeros en Primera B, y el
Caja de Ronda varió el talante algo más
conservador de la anterior temporada para
recurrir a jugadores jóvenes. Rafa Vecina entró
en la plantilla con la vitola de ser el nuevo
ídolo de la afición, junto a Miguel Ángel
Abarca, ambos del Juventud. Todo un campeón de
la NBA, Mark McNamara, y un explosivo alero,
John Devereaux, llegaron para aportar calidad y
experiencia al cuadro ‘cajista’. El primero sólo
vino de visita a Málaga, y acabó siendo
sustituido por Clyde Mayes en la recta final de
la temporada. El ascenso se consumó en una
emocionante última jornada en la que el Caja
Ronda debía ganar en casa frente al Santa Coloma
y, al mismo tiempo, que el Elosúa León venciera
al BBV de Collado-Villalba. La radio se
convirtió en protagonista de un agónico ascenso
que terminó por hacerse realidad. En la retina
de algunos quedarán impresos los primeros duelos
con el competitivo Ecoahorro Maristas de Javier
Imbroda, que propiciaron los primeros llenos en
Ciudad Jardín y en el pabellón del colegio.
Temporada nefasta
La siguiente temporada no resultó todo lo
halagüeña que cabía esperar. Ortega no actuó con
el criterio que se le suponía y erró en los
fichajes de Gary Plummer y, sobre todo, Anthony
Wayne Teachey, un auténtico fracaso. El Caja de
Ronda no ganaba partidos y el cambio del
banquillo se hizo obligado. Martín Urbano, el
eterno segundo entrenador ‘cajista’, se hizo
cargo de un equipo a la deriva en octubre de
1987 y empezó venciendo en su visita a
Granollers. Era una situación provisional hasta
que el club se hizo con los servicios de Zoran
Slavnic, un genio del baloncesto a priori que no
dejó en Málaga ningún destello de brillantez.
Paco Alonso tiró con todas sus fuerzas de un
equipo que salvó milagrosamente la categoría
ante el TDK Manresa al remontar –por primera vez
en la historia de la ACB- un 2-0 en contra.
Mientras, el dúo de los Smith seguía haciendo
disfrutar a los aficionados de un Maristas que
se hacía con un puesto en la ACB por una
ampliación de la misma. El Caja de Ronda se
opuso al ascenso del Mayoral Maristas por
considerarlo contraproducente para Málaga, pero
los conflictos quedaron resueltos con la
confirmación de ambos equipos en la máxima
categoría del baloncesto español.
El proyecto Pesquera
El nuevo proyecto venía encabezado por un
técnico que había logrado un gran prestigio en
Valladolid. Un todavía desconocido Joe Arlauckas
llegó a Málaga junto a otro mito de la NBA que
venía del Tracer Milán, Rickey Brown. Los
refuerzos nacionales fueron los aleros Luis
Blanco y Pepe Palacios, y el base Fede Ramiro.
El Caja de Ronda hizo historia esa temporada con
el meticuloso baloncesto que impuso Pesquera a
su llegada a Málaga. Las eliminaciones a manos
del CAI Zaragoza en la primera eliminatoria de
la lucha por el título de Liga y en la primera
participación ‘cajista’ en la Copa del Rey sólo
fueron meras anécdotas ante la consecución del
quinto puesto.
La excelente temporada de los ‘cajistas’ se vio
premiada por la primera participación de un
equipo andaluz en la Copa Korac. Por su parte,
Mayoral-Maristas salvó su debut en la elite con
un meritorio decimoquinto puesto que le
aseguraba la permanencia, pero no fue capaz de
derrotar al Caja de Ronda en ninguno de sus
enfrentamientos (108-98 y 87-95).
La temporada 89-90 no se caracterizó por los
grandes fichajes. El base malagueño Sánchez
Pastor y el gaditano Antonio Benítez fueron los
únicos refuerzos del equipo. El Caja de Ronda
pagó la novatada de la competición europea y fue
eliminado en la Copa Korac a las primeras de
cambio, frente al conjunto belga del Trane
Castors de Braine L’Alleud. La otra cara de la
moneda fue la brillante reválida del quinto
puesto con un quinteto inicial que hacía las
delicias de Ciudad Jardín: Fede Ramiro, Luis
Blanco, Rafa Vecina, Joe Arlauckas y Rickey
Brown. Hasta el temido Real Madrid de Fernando
Martín rindió pleitesía en sendas visitas a
Málaga, cayendo derrotado por 80-73 y 94-78
frente a un equipo que funcionaba a las mil
maravillas.
El Mayoral-Maristas seguía creciendo a un ritmo
de vértigo comandado por un tal Ignacio
Rodríguez y con los Smith como directores de
orquesta. El equipo que llenaba el pabellón de
Maristas ahora hacía lo propio en el de
Carranque, aunque su hazaña más recordada la
llevó a cabo en su visita a Ciudad Jardín:
78-83. Los jugadores que entrenaba Imbroda
concluyeron la campaña en el decimotercer
puesto.
La temporada 90-91 supuso el final de la etapa
Pesquera y las postrimerías de una etapa de
esplendor del Caja de Ronda. La Copa Korac
volvió a ser una mera anécdota, ya que el
Charlottenbourg venció a los ‘cajistas’ en los
dos encuentros de la primera eliminatoria (88-77
y 68-74). Martín Urbano regresó al equipo e
introdujo a un Mike Smith que no quiso Pesquera
en calidad de extranjero. El enfrentamiento
entre club y técnico por el ‘asunto Smith’
terminó con la trayectoria del entrenador leonés
en Málaga, después de meses de duelo público
entre ambas partes. El Caja de Ronda salvó
nuevamente los muebles y estuvo a punto de hacer
historia al forzar la prórroga en su visita a
Madrid en el primer partido de la eliminatoria
(95-83). El cuadro malagueño terminó ocupando el
décimo puesto.
Al año siguiente nace Unicaja. La fusión de
diferentes entidades de ahorro andaluzas trajo
consigo cambios de nombre y de directivos en el
club. Paco Moreno abandonó la secretaría general
y fue sustituido por Jesús Morata y Raimundo
Trespalacios, como presidente y vicepresidente,
respectivamente. El club renovó a Martín Urbano
por dos temporadas más como técnico del Unicaja,
pero al final sólo se quedó en una. La campaña
91-92 se caracterizó por las derrotas en el
último segundo –el Unicaja llegó a perder en
seis ocasiones con triples in extremis-, a pesar
del gran papel que desempeñó Tijonenko en su
primera temporada en Málaga.
Curro Ávalos, Dani Romero y Gabi Ruiz ya se
habían incorporado a la plantilla. La
tranquilidad no llegó hasta la última jornada,
cuando Unicaja doblegó al Collado-Villalba y se
aseguró la permanencia.
En el otro equipo malagueño se produjo un
desfile constante de extranjeros. La salida de
Mike Smith del Mayoral-Maristas dejó un vacío
difícil de llenar, a pesar de que Dyron Nix y
Michael Ansley –los que terminaron la campaña
después de cuatro extranjeros descartados (Rautins,
Gallagher, Kennedy y Tolbert)- hicieron todo lo
posible. La permanencia llegó en el último
partido frente al Coren Orense, pero no vino a
paliar la profunda crisis económica de la
entidad.
El gris horizonte al que tenía que enfrentarse
Maristas hizo que los directivos del club
llamasen a la puerta vecina en busca de buen
cobijo. La respuesta del Unicaja se haría de
esperar hasta que, después de un verano intenso
y lleno de secretas negociaciones, el club
‘cajista’ se convirtiera en sociedad anónima
deportiva. La temporada 92-93 se presentaba como
la primera campaña en la que todo el baloncesto
malagueño sería uno solo. Mayoral y Maristas
desaparecieron de la ACB a todos los efectos. La
plaza que ocupaba el equipo reportó 400 millones
de pesetas que vinieron a cubrir parte de las
deudas que atosigaban a los dirigentes del
Maristas y, además, sirvieron para participar
con un 40% del capital social en la nueva
sociedad: Baloncesto Málaga SAD.
Al frente de la plantilla y bajo el nombre de
Unicaja-Mayoral, se quedó un ‘reciclado’ trío
del antiguo Maristas: Javier Imbroda como primer
entrenador, acompañado por Pedro Ramírez y
Juanma Rodríguez. En el capítulo de los
extranjeros -la 92-93 fue la primera temporada
con tres foráneos en la ACB-, Tony Massenburg,
Chris King y Michael Ansley formaron el trío de
los ‘cajistas’. Junto a ellos, el plantel
nacional estaba compuesto por Joaquín Ruiz
Lorente, Ignacio Rodríguez, Antonio Benítez,
Antonio Medianero, Jordi Grau, Gabi Ruiz, Manel
Bosch, Fernando Mateo y Gabriel Campos. El
proceso de ‘unión-absorción-nuevo club’ no
estuvo bien entendido desde el principio, por lo
que la temporada concluyó con la sensación de
que todo el camino estaba aún por recorrer. El
Unicaja fue noveno tras ser apartado de Europa
por un Coren Orense que comandaba André Turner.
La falta de profesionalidad de algunos jugadores
-Ansley llegó diez minutos antes del comienzo al
partido más importante de la temporada- dejaba
entrever el clima de un equipo que todavía se
estaba haciendo.
Al año siguiente, la firma Polti entró como
segundo patrocinador en el club. Mayoral se
retiró del baloncesto y el equipo pasó a
denominarse Unicaja-Polti. Imbroda se hizo con
los servicios de Piculín Ortiz, Claude Riley y
Samir Avdic, y contrató a Alfonso Reyes como
refuerzo nacional. El décimo puesto al final de
la Liga vino a refrendar un juego poco vistoso
del Unicaja, que a
su favor sólo dejó una eliminación en cuartos de
final de la Copa del Rey. Eso sí, frente al F.
C. Barcelona.
El triple de Ansley... casi campeón
Y así se hizo la historia que dio a luz al
glorioso Unicaja de la temporada 94-95. Imbroda
seguía al frente de los Ávalos, Romero, Guillén,
Ruiz, Ansley, Babkov, Serrano, Rodríguez, Reyes,
Miller y Bosch que darían la primera gran
alegría al baloncesto malagueño. La historia de
la canasta, siempre tapiada para los andaluces,
pareció abrirse paso aquel año a un cinco
inicial que aún queda impreso en la memoria de
los aficionados malagueño que disfrutaron con la
espectacular fase final del Unicaja.
El proyecto diseñado por Juanma Rodríguez al
frente de la dirección deportiva del club fue
asumido con seriedad y responsabilidad por una
plantilla en la que hasta la polémica anterior
de Michael Ansley quedó para el olvido. El
ala-pívot estadounidense se integró
perfectamente en la plantilla y trabajó
incansablemente para que el equipo alcanzara la
gloria. Y el Unicaja la rozó con la punta de los
dedos, pero se desvaneció en el último instante.
El camino hacia el título fue espinoso, pero el
Unicaja supo deshacerse de sus rivales y llegar
a la final con el mínimo desgaste. Primero fue
el Estudiantes el que cayó en dos partidos
(83-80 y 79-67) en los cuartos de final. En
semifinales, el TDK Manresa probó la misma
medicina que los madrileños y sucumbió al
poderío de los ‘cajistas’ en tres encuentros
(80-62 y 87-79, en Málaga, y 72-89, en Manresa).
Llegaba el Barcelona... La final más emocionante
que ha vivido la ACB en los últimos años ha
sido, sin duda, la protagonizada por el Unicaja
y el club catalán. El Barcelona contaba con el
factor campo -de no ser así, algo podría haber
cambiado-, pero los ‘cajistas’ llegaron con la
inyección de moral que suponía haber alcanzado
por primera vez en su historia la final de la
máxima categoría del baloncesto español. Así las
cosas, el Palau Blaugrana se vistió de gala para
recibir a un Unicaja humilde, pero que debutaba
en la final con unas estadísticas de susto -no
perdió ni un solo partido de los ‘play-off’ por
el título-. Y la amenaza acabó consumándose por
un claro 77 a 84 a favor de los visitantes.
Primer asalto: K.O. técnico. El Unicaja llegó
con crédito a Barcelona, mientras que el
conjunto blaugrana venía de pelear con el Real
Madrid en una dura semifinal a cinco partidos.
Todo apuntaba a que la dura afrenta a que se
habían visto sometidos los barcelonistas ante su
público debía ser vengada. Pero el Unicaja,
lejos de jugar apocado ante el ‘Goliat’ herido,
salió decidido a tumbar de nuevo al gigante... y
a punto estuvo. Un 93-92 a favor de los locales
no es todo lo gráfico que fue tener la Liga en
las manos y perderla en los últimos segundos. La
igualdad en el cómputo general no reflejaba el
tono de ambos equipos. El concierto del Unicaja
‘sonaba’ mucho mejor que el del Barcelona, que
se vio superado nuevamente en su visita a la
Costa del Sol. Un solo punto dirimió de nuevo la
victoria de la derrota, pero en esta ocasión la
balanza se quedó del lado malagueño. La
eliminatoria se decantaba momentáneamente a
favor de la revelación de la Liga por dos
partidos a uno. Y, más aún, la oportunidad de
sentenciar en casa. La moral del Unicaja se vio
catapultada gracias a una afición que vibró en
cada uno de los dos partidos que tuvieron la
suerte de disfrutar, pero con dispar desenlace.
El segundo partido en tierras malagueñas se
presentaba como la verdadera final. El Unicaja
se podía alzar con su primer título de Liga
contra, ahí es nada, el F. C. Barcelona. Sin
embargo, un desafortunado triple de Michael
Ansley en el último segundo cuando los
‘cajistas’ se hallaban dos puntos por debajo del
Barcelona se llevó consigo todas las esperanzas
de la afición. Ciudad Jardín se incorporó al
unísono para abandonar la fiesta y enfrentarse a
la posibilidad de ser campeones de
Liga... pero perdieron. El conjunto blaugrana se
llevaba un luchado empate que dejaba las cosas
francas para que, en otro partido intenso, el
Barcelona finiquitase el título de Liga. El
subcampeonato no siempre sabe a derrota, máxime
cuando Unicaja fue el primer equipo distinto de
Real Madrid, Barcelona y Joventut en disputar
una final por el título de Liga. Además, el
segundo puesto trajo consigo la clasificación
para la máxima competición europea y el broche
de oro a una temporada que hizo vibrar a la
afición.
Decepciones
La campaña 95-96 arrancaba con la esperanza de
repetir la hazaña de la anterior temporada. El
Unicaja tuvo el título de Liga a vista de
pájaro, por lo que la empresa ya no se
presentaba como un sueño inalcanzable. El club
confió en la plantilla del subcampeonato,
registrándose como única baja la de Manel Bosch,
que fichó por el Barcelona. Con la moral por las
nubes y la credencial
de equipo a batir, los ‘cajistas’ se enfrentaron
a una campaña agridulce, en la que se ganó un
partido más que el año anterior. El Unicaja
acabó pagando la novatada de su recién estrenada
Liga Europea y llegó a los ‘play-off’ con un
desgaste añadido. El TDK Manresa no perdonó, y
los ‘cajistas’ se despertaron súbitamente del
sueño en el que aún continuaban inmersos. La
Copa del Rey comenzaba a señalarse como la
competición maldita del Unicaja. En la temporada
95-96 cayó estrepitosamente en la primera
eliminatoria frente al anfitrión, el C. B.
Murcia.
La lección de humildad del año anterior pareció
haberse aprendido en la entidad malagueña. Un
Michael Ansley venido a menos fue sustituido por
Deon Thomas, que llegaba al Unicaja con la
responsabilidad de hacer olvidar al ‘héroe’ del
subcampeonato. Junto a él llegaron un joven
Nacho Biota y Tomás Jofresa, una de las perlas
de la cantera de la ‘Penya’. La liga regular no
fue todo lo regular que, a tenor de los
refuerzos, podría pensarse. El Unicaja entró en
los ‘play-off’ en la octava posición con más
pena que gloria, y le tocó el premio gordo: el
Barcelona. La sed de venganza sobre el ‘eterno
rival’ daban pie a cualquier pronóstico sobre el
resultado final. Y en honor a la verdad, el
Unicaja enmendó la irregular temporada en una
más que notable eliminatoria a cinco partidos
que se decantó del lado del equipo blaugrana. La
participación en la Copa Korac marcó un sendero
inédito hasta aquel entonces, ya que llegó hasta
los cuartos de final, donde el Unicaja perdió
con un equipo polaco, el Mazowszanka.
La campaña 97-98 se caracterizó por los cambios
en la plantilla. Alfonso Reyes recaló en el
Racing París, comandado por el actual entrenador
del Unicaja, Bozidar Maljkovic. Kenny Miller
hizo lo propio y se marchó a Turquía, pero con
un billete de ida y vuelta: antes del final de
la temporada regresó a Málaga.
El club ‘cajista’ fichó a dos nuevos americanos,
Jamie Feick y Lou Roe, para acompañar a Sergei
Babkov en la terna de extranjeros permitida por
la ACB. Feick sólo jugó el primer partido frente
al Barcelona, tras el cual decidió regresar a
Estados Unidos. Finalmente, el Unicaja se hizo
con el comunitario Jens Uwe Gordon. Cuando la
plantilla parecía estar configurada, Tomás
Jofresa se marchó en diciembre al Covirán de
Granada y, en enero, Roe y Gordon dieron
positivo por cannabis en un control antidopaje,
por lo que fueron apartados del equipo. David
Wood llegó a la Costa del Sol para reforzar a un
equipo que había quedado ‘tocado’ por las bajas.
A pesar de los cambios de última hora, el
Unicaja respondió bien en el tramo final de Liga
y alcanzó una merecida octava plaza, lo que le
permitió disputar una agónica eliminatoria
frente al TAU en la que Babkov cayó lesionado.
La última posición en la lucha por el título no
contentaba a una afición que iba haciéndose más
exigente.
La temporada 98-99 se presentaba como la
transición entre un proyecto ya caduco y la
actual etapa del club malagueño. Dos pilares
fundamentales de la historia reciente de los
‘cajistas’, Javier Imbroda y Nacho Rodríguez,
dejaron el equipo. Pedro Ramírez, ayudante del
técnico melillense, se hizo cargo del conjunto
para afrontar un año de especulaciones y
expectación. Llegaron a Málaga cinco jugadores
nuevos: Juan Antonio Orenga, Ernesto Serrano,
Giancarlo Marcaccini y los campeones de la Liga
ACB, Jesús Lázaro y Bryan Sallier. La campaña no
consiguió enderezarse a pesar de los remiendos
de urgencia que se fueron aplicando -Pablo Laso
llegó en sustitución de Manolo Pérez a falta de
cuatro jornadas para el final de Liga-, y el
Unicaja terminó fuera de los ‘play-off’,
llegando a contabilizar ocho derrotas
consecutivas.
Los seis años siguientes han supuesto la etapa
más dorada de un club que se asentó sobre unos
cimientos firmes. Primero fue la Copa Korac
(2000-2001), luego la Copa del Rey (2004-2005)
y, el miércoles, la Liga ACB (2005-2006). Pero
esa historia ya la conocen... |