Es un gusano informático
que causa estragos desde octubre. Se
calcula que ha salpicado ya a unas 4,6
millones de direcciones IP únicas. Este
virus se esconde en los ordenadores con
sistema operativo Windows para averiguar
claves sencillas y descargar otro
software malicioso con el que convertir
el ordenador huésped en un PC ‘zombie’,
que los ‘hackers’ usarán como servidor
remoto.