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¿Qué hay en el fondo oceánico?
Criaturas monstruosas y volcanes submarinos son sólo algunos de los misterios de las profundidades abisales

TEXTO: GUILLERMO PEDROSA / GRANADA

El caso del Airbus que se estrelló hace dos semanas en el Océano Atlántico ha desatado la preocupación social en todo el mundo. ¿Qué fue lo que pasó? Este pasado miércoles el submarino nuclear francés 'Emeraude' (Esmeralda) llegó a la zona del accidente para buscar las cajas negras del avión, dos dispositivos que contienen información vital para comprender lo sucedido y que están programados para emitir una señal de alarma que permita su localización en el momento en que entren en contacto con el agua.

El problema es que estos artefactos podrían encontrarse a más de 3.000 metros de profundidad, lo que reduce las probabilidades de detectar esta señal a la vez que es una zona oceánica de muy difícil acceso. Y es que se trata de las profundidades abisales, que es la capa marina que llega hasta el fondo oceánico, una región densa, fría, y oscura, porque no llega la luz del sol, y en la que escasea el oxígeno. Esta capa suele estar entre los 3.000 y los 6.000 metros de profundidad, aunque varía de unas regiones a otras.

Geología marina

La científica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas especializada en Geología Marina Carlota Escutia, explica que las llanuras abisales (fondo oceánico) tienen un gran valor geológico: «Hay una cantidad enorme de sedimentos acumulados en estas zonas porque es a donde los conduce la gravedad», subraya.
Además, dependiendo de la región, puede tratarse de un terreno muy accidentado con cordilleras, fallas y volcanes. «Las erupciones submarinas no son tan espectaculares como en el exterior, porque la lava que emerge desde el interior se enfría rápidamente, son como un burbujeo que sale de la tierra», explica la experta.

Esta actividad volcánica del fondo oceánico y los gases calientes que escapan del interior de la tierra han permitido que se generen distintas comunidades de bacterias con funciones químicas muy distintas a las que hay en tierra.
Bacterias que sirven como alimento para muchas de las extrañas especies que sobreviven en estas profundidades sin subir a la superficie. Estas criaturas, que se reconocen como fauna abisal, parecen salidas de una película de ciencia ficción por su apariencia monstruosa, aunque todavía son grandes desconocidos para el mundo de la ciencia.

Algunos de ellos son el pez dragón, una figura de aspecto escalofriante que puede llegar a tener los dientes tan largos como para ser incapaz de cerrar la boca; o el gusano tubícola, una de las especies más conocidas de este hábitat que puede alcanzar los dos metros de longitud. Estas criaturas se alimentan de las ya mencionadas bacterias y de la lluvia de alimento que cae de la superficie. Y es que en estas profundidades no suele haber vegetación por la ausencia total de luz.
Carlota Escutia explica que estudiar el fondo oceánico es todo un reto científico. Las investigaciones se realizan desde buques oceanográficos, en los que se utilizan técnicas acústicas y geofísicas para reconocer el terreno.

Cómo se estudia el fondo

«Enviamos una señal acústica que se transmite en el agua como una onda y dependiendo de su frecuencia obtenemos información de las llanuras abisales», aclara la científica. Con estos datos los investigadores diseñan mosaicos digitales del fondo oceánico y, cuando encuentran formas y estructuras interesantes, navíos hundidos o cualquier otra cosa que estén buscando envían submarinos para obtener imágenes.

Este tipo de técnicas son las que se han usado para estudiar los restos del Titanic, y algunas de las que el submarino francés Emeraude debe poner a prueba para encontrar las cajas del avión. Quién sabe con qué criatura podría también cruzarse en su búsqueda por las profundidades abisales.
Otros de los grandes tesoros geológicos que se esconden en los misterios de las profundidades son las fosas oceánicas, zonas del suelo submarino deprimidas y alargadas donde aumenta la profundidad del océano, pudiendo llegar hasta los 12 kilómetros.

La científica señala que estas fosas se forman en las zonas de subducción, que son lugares de la corteza terrestre en las que se encuentran dos placas litosféricas y una de ellas se introduce bajo la otra. La más profunda que se conoce, con más de 11 kilómetros, es la Sima Challenger en la fosa de las Marianas, situada en el Pacífico noroccidental.

Las dorsales oceánicas son, sin embargo, el fenómeno contrario, grandes elevaciones que se producen por el magma que emerge continuamente a través de las fisuras del fondo del océano, y que forman nuevos volcanes y cordilleras. «Hay que tener en cuenta que en el fondo oceánico puede haber una geografía tan accidentada como la de la superficie», concluye en este sentido la experta.

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