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La costa sigue sufriendo

Un estudio de la Universidad Pablo de Olavide denuncia las nefastas consecuencias de la paralización de proyectos urbanísticos en el litoral

LAURA P. TORRES

La costa malagueña se caracteriza, además de por su elevada ocupación urbanística, por una gran diversidad de paisajes: acantilados, desembocaduras, calas y dunas, y cuenta con el mayor número de playas en su litoral -concretamente 124 de un total de 321- de toda la comunidad autónoma andaluza. Esta riqueza ecológica no sólo sufre las consecuencias de las construcciones ilegales que han poblado la Costa del Sol en los últimos años, ya que según un estudio de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) también existen «fuertes consecuencias» ambientales y socioeconómicas, como la pérdida de biodiversidad o el deterioro del valor paisajístico, provocadas por el abandono o paralización de proyectos urbanísticos en las zonas costeras nacionales debido a la coyuntura económica.

«Las zonas costeras son lugares muy complejos, tanto por el carácter único de sus ecosistemas, como por el uso que el ser humano hace de ellas», señaló la investigadora Fátima Navas, perteneciente al grupo Áreas Dinámicas Naturales y Antrópicas (Adina) junto con Rocío Carrero, Gonzalo Malvárez y Macarena Tejada. Este grupo planteó la necesidad de analizar el efecto que tiene sobre el entorno el hecho de que, tras cerca de 40 años, sigan en pie hoteles de 20 plantas a medio terminar y que continúe la «descoordinación» en la ordenación de las costas.
Para estos científicos, «si el proceso de urbanización significa acabar prácticamente con la biodiversidad de una zona, dejar un complejo residencial u hotelero a medio terminar tiene una repercusión aún mayor en el medio».

Los resultados, publicados en la revista 'Journal of Coastal Research', apuntan a que estos impactos vienen derivados de casos como los hoteles Atlante del Sol (Lanzarote) y Añaza (Tenerife), abandonados durante su construcción a principios de los años 70 y que aún siguen en pie. Así ocurre también con el hotel de El Algarrobico que invade el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar en Almería y los muchos proyectos paralizados actualmente debido a la ilegalidad o a la falta de recursos económicos de las constructoras que existen en Manilva, Marbella o Vélez Málaga, entre otros.

A raíz de esta infertilidad del suelo, otro de los problemas medioambientales que ha detectado el estudio es la erosión del terreno, que se ve agravada con la contaminación. Los alrededores de los edificios se transforman en una especie de vertedero donde se acumulan basuras de diversa índole, con los riesgos para la salud que esto conlleva. A ello se suma la ocupación de la infraestructura por población sin recursos, que viven en muy malas condiciones y sin un correcto tratamiento de residuos, que acaban irremediablemente afectando al entorno.


Pérdidas de empleo

No hay que olvidar el impacto socioeconómico que conllevan los proyectos urbanísticos a medio terminar. No en vano, el trabajo llevado a cabo por estos investigadores apunta hacia cuestiones como el desempleo. La primera de las consecuencias que desencadena el paralizar unas obras sin plazo afecta directamente a la población trabajadora. Los obreros de la construcción pierden su empleo, así como aquellos puestos que dependen de manera indirecta de esta actividad mediante subcontratas y los aspirantes a solventar la futura oferta laboral.

Otro de los factores importantes son los conflictos que se generan entre los distintos afectados por el abandono del edificio. Entre ellos destaca el que mantienen con el tiempo el sector privado y la administración pública, quien intenta hacerse cargo de la situación tras la quiebra de la constructora, y que comprende un largo proceso que, en ocasiones, concluye con una demolición o que se mantiene sin resolver.

En lo que se refiere a la responsabilidad ambiental, el estudio pone de manifiesto que aún queda camino por recorrer.

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